La furia de Presidente con su amigo Posse y la decisión final del libertario entre Francos y Adorni. Pettovello sigue, pero queda herida. El costo fiscal de la negociación política y la Mano del Rey. Esperanza versus asco, las polaridades que enfrenta el Gobierno.
“Vas a ser presidente. Pero no te pelees con nadie y menos con tus rivales, a esos tenés que tenerlos cerca”. Javier Milei escuchó la sugerencia que Carlos Menem le hizo el día que, como un augur, le anticipó un destino político top. El libertario memoriza –y relata en público– la primera parte de la frase del riojano pero por olvido (o criterio) selectivo desecha el segundo tramo, un mandamiento en el decálogo no escrito de la seducción política.
Ocurrió una tarde del 2019, en la casona de Belgrano R en la que Menem vivió sus últimos años. Fue una charla de una hora y media entre sanguchitos y té. Se habló de la campaña de Mauricio Macri y un rato largo se fue en las aventuras amorosas del expresidente. “El único consejo que te puedo dar es que no te pelees, seducí al rival”, lo despidió ante la mirada de su sobrino Martín y los economistas Diego Giacomini y Mariano Fernández. Al salir, Milei rescató el comentario: “Es esencia del Turco. Mirá lo de los indultos”.
La anécdota la relata Giacomini, que durante casi dos décadas se movió junto a Milei y que, como otros amigos del libertario, terminó mal. Nicolás Posse engorda, desde la semana pasada, ese club de malditos. Su salida tiene rasgos sinuosos: la tesis de un quiebre personal con Milei –por asuntos turbios de espionaje o intereses económicos–, relativiza el giro pragmático que, según celebra la política, implica el ascenso de Guillermo Francos.
¿Desempolva Milei, tras un raid de fracasos en la administración de la política, el consejo que hace cuatro años le hizo el expresidente peronista? Un indicio. La crítica interna a las deficiencias en la gestión fue el argumento “oficial”, pero el destrato personalísimo de Milei a Posse, con el que no tuvo un mano a mano de despedida, indica que existieron otras motivaciones. El lunes a las 20:00, en la jura de Francos, los viejos amigos deberían verse frente a frente. Al menos hasta el viernes, el saliente confiaba en que seguiría con un cargo en el Ejecutivo. “Javier no habla más con Posse”, dicen en Casa Rosada.
Tiros en el pie
La mala performance de Posse, que tempranamente avisó que no haría política, no parecía relevante para el Presidente como no lo es, ahora, la saga de errores que acumula Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano. “Era mucho sacar a dos ministros, y amigos suyos, en una semana”, desliza una fuente que presenció la batalla entre Pettovello y Pablo de la Torre, el renunciado secretario al que la ministra le anotó el escándalo de la comida vencida y el de los contratos con el casi desconocido Organismo de Estados Iberoamericanos (OEI).
El viernes, Milei respaldó a Pettovello, pero en el Gobierno no descartan que el megaministerio que tiene a su cargo la exproductora periodística ingrese en una etapa de reconfiguración: la dimensión y complejidad del área se magnifica con las dificultades de la Ministra para gestionar y conducir. Con De la Torre, que llegó con aspiraciones de “ministro”, se lleva mal desde el principio. En el entorno del saliente hicieron una interpretación de orden bíblico: atribuyen el fuego amigo sobre él a que en el esquema de asistencia alimentaria les haya dado lugar a las iglesias evangélicas en detrimento de los comedores de los curas villeros y organizaciones sociales.
El viernes, Joaquín De la Torre, hermano del renunciado, avisó que rompería uno de los bloques libertarios del Senado bonaerense, al que se sumó en marzo pasado por pedido expreso de Francos. Durante semanas se especuló que el exministro de María Eugenia Vidal, y jefe político de San Miguel, se sumaría al Gobierno: se dijo reemplazaría al cordobés Franco Mogetta en Transporte. Hace diez días visitó a Milei en Casa Rosada y le regaló una placa de San Miguel Arcángel, el “capitán de las huestes celestiales”.
En los casos de Posse y De la Torre hay un hilo en común: sospecha de anomalías más que de impericias. Desde el propio Gobierno se agitaron esas sombras. Es un ejercicio riesgoso: Milei quiere mostrarse, hacia afuera, como un jefe implacable frente a los que cometen irregularidades –les contó a periodistas y conductores libertarios los pormenores del enojo con Posse– pero pueden ser tiros en el pie que dañen un capital que lo distingue en la opinión pública: la presunción de honestidad. Otras deficiencias, como el insólito faltante de gas, quedan veladas todavía bajo el argumento –cuya validez se irá agotando– de la mala herencia.
Las dualidades de Milei
El libertario se mueve en un territorio de varias polaridades. Santiago Caputo, el gurú libertario, suele exponer una de ellas cuando refiere a que la virtud esencial del Presidente es ser distinto. El asesor habla con dirigentes de la CGT y con gobernadores, los asume como actores inevitables, pero los ubica en el cuadrante del pasado, “lo viejo que no va más”, ese lugar hacia el que Milei no debe ir.
Las extravagancias del Presidente, como su show musical en el Luna Park, tienen esa matriz: la condición de ser diferente a la política tradicional supone hacer lo contrario a lo que haría un dirigente clásico. Todavía le da resultado. El desafío para Francos será administrar, entre otras, esa dualidad: Milei reniega de la política y de los dirigentes con los que el ahora jefe de Gabinete tendrá que sentarse a negociar.
Francos se reconoce como un actor ajeno al triángulo de decisión que comparten los Milei, Javier y Karina, y Caputo. El portavoz Manuel Adorni, la otra opción que evaluó el mandatario como reemplazo de Posse, ganó influencia y está en el segundo anillo de poder donde estaba el expulsado jefe de Gabinete y perdura, todavía, Pettovello. Francos avanzó un casillero, pero entiende que la toma de decisiones, lo estructural, se resuelve en la mesa de tres patas que arman el Presidente, la Secretaria General y el Ministro sin cartera.
Con Milei y Karina en Estados Unidos, Caputo protagonizó dos episodios que pueden leerse como complementarios o contradictorios. Fan del secretismo, tuvo una sobreexposición en el movimiento Posse por Francos cuando estuvo en el desayuno de ministros en el café Pertutti, sacó una selfie y la distribuyó. “Para respaldar a Guillermo”, dijeron a su lado.
Al día siguiente anduvo por Casa Rosada con un prendedor de la Mano del Rey, insumo de seguidores de Game of Thrones (GOT). En el Gobierno se lo mencionó como humorada interna, que el prendedor –que en la serie señala a quien ejercía el poder por debajo del rey y en su reemplazo cuando no podía ejercer el reinado– fue un regalo del ejército de redes que operan desde Casa Rosada. Señalan a «Juan Doe», el nombre tuitero de Juan Pablo Carreira, un libertario que fue designado para administrar la comunicación general de Presidencia. Una picardía que adquiere entidad cuando Milei parece alejarse del ejercicio diario del poder para dedicarse a la cruzada ideológica internacional.
“Se va a integrar bien. Lo bancan y él tiene experiencia, es hábil y está muy alineado”, aseguran desde el entorno de Milei. El excavallista tendrá una doble paritaria: negociar con la oposición y luego explicar a los Milei las conveniencias de los acuerdos. Asoma, en ese aspecto, una dualidad más complicada referida al costo fiscal que tienen, en general, los entendimientos con el poder territorial.
Milei avisó que vetará cualquier ley que le rompa el superávit. En el proceso para obtener el OK para el dictamen de la Ley Bases, Francos tuvo que aceptar modificaciones que tienen implicancias en los ingresos: subir el mínimo de Ganancias para los patagónicos y modificar el esquema de regalías petroleras, además de las promesas de obras, impactan sobre las cuentas, la prioridad número uno de Milei. ¿Hasta dónde Francos podrá prometer y cumplir sus promesas? Logró respaldos presupuestariamente neutros, como el de la larretista Magdalena Tagliaferri o el del entrerriano Eduardo Kuider, cuya costura debe buscarse más en la relación que tejió con Victoria Villarruel y, además, con el destrato que cree que recibió del peronismo K.
Nube de palabras
La tercera dualidad es estructural. Punto más o punto menos, Milei sostiene niveles de respaldo del orden del 50%, un número que se sostiene claramente por la esperanza. Dos de cada tres personas que apoyan al Gobierno lo hacen porque, aunque su situación presente es mala, confían en que va a mejorar. El dato figura en el último informe de la consultora ARESCO que registra, además, que 55% de los consultados afirma que los precios de los productos que compró en los últimos quince días bajaron o se mantuvieron igual.
“La esperanza es el principal sentimiento, que está dado por el deseo de la gente de esperar una mejora”, dijo Federico Aurelio a Cenital y lo definió como un fenómeno de estudio porque coincide con la manifestación explícita de los encuestados de que su poder adquisitivo se retrajo. Baja la preocupación por la inflación, pero migra muy rápido hacia la preocupación por el desempleo y por las consecuencias nocivas de la depresión económica. El estudio de la Universidad de San Andrés (UdeSA) muestra ese fenómeno: cayó la preocupación por la inflación, pero subió lo referido a los bajos salarios. Es raro porque se presentan como si fuesen problemas desvinculados y son dos caras de la misma moneda.
Pero detrás de eso hay algo más. Milei es el presidente de un país roto, totalmente polarizado, donde hay dos mayorías bien diferenciadas: una que tiene esperanza en su figura, a pesar de que no tenga resultados, y la otra que siente asco y rechazo. El dato que presenta ARESCO se reproduce en una nube de palabras en torno al mandatario que registró el estudio de UdeSA, a cargo de Diego Reinoso.
A priori, parece más sólida la negatividad, que combina desacuerdo ideológico y cultural con lo que representa Milei, que la expectativa. Hay, hacia adelante, dos preguntas. Una tiene refiere a si Milei logrará sostener el acompañamiento de los esperanzados cuyo tiempo de aguante se acorta: la mayoría le da plazo hasta fin de año. La otra es si puede hacer algo para conseguir que al menos un porcentaje de los que lo detestan cambie su postura. Si viniese un período de cierto bienestar económico, ¿Milei lograría algún tipo de adhesión ese 35/40% que siente asco por su figura y sus políticas? No hay encuesta en la que la imagen “muy mala” de Milei no supere los 30 puntos.
Menem, el que le aconsejó no pelear, se enfrentó a aquella encerrona: logró empatizar con sectores sociales disímiles y casi antagónicos –el peronismo y la UCeDé– y, antes del deterioro del plan económico, fue reelecto con el 49%, luego de mandar a Carlos Corach a negociar un balotaje a la criolla que requería del 45% de los votos y 10 puntos de diferencia sobre el segundo.
Cenital