BOLETAS MÚLTIPLES, LA ALQUIMIA PARA ATRAVESAR LA CRISIS DEL PJ

Protocolo para una unidad atada con alambre en el peronismo de Buenos Aires. La “concesión” que hizo Máximo frente al desafío de “armar y contener” de Axel.

En seis días, el peronismo de Buenos Aires enfrentará el primer deadline para poner a prueba las promesas de unidad. La medianoche del 9 de julio, la mesa de tres que comparten Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner deberá firmar para la conformación de una alianza compartida que funcionará como escudería oficial del PJ camino a las elecciones del 7 de septiembre. Votación desdoblada inédita en 90 años.

Tras la cumbre del domingo pasado en la residencia del gobernador en La Plata, se activaron varias vías de comunicación tripartita a la vez que se convocó al Consejo del PJ, que preside Kirchner, que también puso fecha para el Congreso partidario que sesionará el sábado en Merlo –hubo algún intento para que sea en La Matanza, pero no prosperó–. Despejará una de las dudas que agitaba el kicillofismo: que se anule la opción de una boleta pura del PJ para ir con un frente electoral.

Será la previa del cierre de listas donde habrá que mirar una sutileza: si alguno no se guarda en la guantera algún partido, sin ponerlo en el frente panperonista, porque sería leído como un reaseguro ante la posibilidad de una fractura en el armado de listas. Tantas precauciones son un mal antecedente.

En el mundo de sospechas a cielo abierto en que se convirtió el panperonismo, en el sector de Kicillof temían que Máximo pacte con Massa y avance en el armado de listas con la marca electoral Partido Justicialista, la histórica lista 2. De ser así, en términos formales, Máximo tendría el manejo de la lapicera. Por eso, la semana pasada, intendentes alineados con el gobernador salieron a pedir que Máximo convoque al Congreso del PJ.

La mano que mece la lapicera

Así se hizo y cotiza, hasta acá, como una concesión del diputado al gobernador, y que trafica un problema para Kicillof porque le delega la confección de listas que contengan a todos los sectores y sean, además, competitivas. “¿Quería la lapicera?: ahí la tiene, veremos como la maneja. Si la usa con sentido de unidad o solo para los propios”, explicó un dirigente que conoce al detalle la rosca chica.

Supone un cambio respecto a lo que ocurrió la última década y media: desde 2011, Máximo se convirtió –por delegación de CFK– en la mano que mecía la lapicera. Kicillof desafió, en este turno, aquella dinámica y los Kirchner, parece, le concederán el manejo parcial de ese proceso sobre una idea más genérica: el gobernador quiso desdoblar, mientras ellos no, y provincializar la elección, así que tiene derecho (o el deber) de garantizar una oferta competitiva.

¿Qué puede pasar? Que la propuesta de Kicillof no sea aceptada por Kirchner y Massa, y la situación se deteriore todavía más. Es un desafío para el gobernador que, según esa hoja de ruta, tendrá que armar y contener, un oficio nada sencillo, y que se pone a prueba en cada cierre de listas. Ni Nestor Kirchner, en sus mejores momentos de jefatura absoluta, como el 2007, logró evitar chispazos, enojos y hasta algunas trompadas.

El protocolo de la unidad

Cristina, Massa y Axel los tres quieren la unidad. Lo dicen en cada tribu y se manifiesta en cada juntada tripartita. Máximo opera, con cierta autonomía, como el ejecutor del sector CFK. Hay, de cara al cierre de listas, un protocolo para evitar un estallido. Son puntos de acuerdo, algo así como prenupciales, para garantizar que aunque haya un tránsito agitado hasta el 19 de julio, la foto final mostrará a todos juntos.

No habrá colectoras. Para que haya, depende de un decreto del gobernador que Kicillof –se acordó en la mesa chica– no va a firmar. Supone, hacia adentro, que se le da mayor poder a los intendentes para resolver los armados de sus territorios. Es lo que quieren todos y evita que se agraven las batallas porque, además, permitir colectoras podría ser perjudicial desde el punto de vista de la sumatoria de bancas. Cada intendente, como Kicillof a nivel provincial, deberá ofrecer un esquema que contenga a todos.

Sin colectoras, el PJ le saca una herramienta que podría usar La Libertad Avanza (LLA) con el PRO pero, sobre todo, con radicales que tendrían la posibilidad de ir aliados por afuera. Es decir: no permitir colectoras es un gesto de poder a los intendentes –de todos los sectores– pero también quitarle una herramienta de armado a los libertarios en su alianza, también engorrosa pero más desigual, con el macrismo residual.

Las listas seccionales deberán ser validadas por todos pero, además, armadas con un criterio de competitividad. ¿Qué significa? Que se deberán pensar candidatos taquilleros no repartir lugares por la identidad. No darle, por caso, el primer lugar de una sección a un sector para que ponga lo que él disponga sino buscar figuras que pueda encarar una elección. El dibujo parece razonable pero se pondrá áspero cuando haya que plantear nombres propios. En La Cámpora dicen que Máximo no quiere ser candidato en la Tercera pero que sí estaría dispuesto a serlo si no se alcanzara la unidad con Kicillof.

El protocolo de la unidad contempla que el 19 de julio, día de inscripción de candidatos, el peronismo no sólo presente los postulantes de las listas de las ocho secciones bonaerense y los 135 distritos de la provincia, sino que además anuncie a las dos o tres figuras que encabezarán la lista de diputados nacionales en las elecciones del 26 de octubre. ¿Qué significa? Que la unidad para septiembre debe sentar las bases de la de octubre.

Una alquimia que remite el 2017

El domingo, en La Plata, se planteó una idea en diagonal, muy ruidosa, quizá impracticable pero que expresa hasta qué punto la unidad panperonista –aunque se logre– es estructuralmente frágil. Se aportó desde un sector K y fue rechazada por los demás sectores. Consiste en administrar la fractura y tratar de sacarle provecho. En vez de buscar una lista donde estén todos los sectores, permitir que haya varias listas del peronismo.

Se habló, incluso, de un número: que haya cinco boletas diferentes para la elección de diputados nacionales. Una de Juan Grabois, otra de Guillermo Moreno, una tercera del kicillofismo –que podría encabezar, por caso, Verónica Magario–, una cuarta de La Cámpora con Eduardo “Wado” de Pedro y la última, si fuesen cinco, del massismo, donde la lógica lineal pondría a Sergio Massa aunque los que lo escucharon en estos días, dicen que el exministro cree que está muy fresca la memoria sobre su agitada gestión. Podría, incluso, haber una sexta por fuera del peronismo, del espacio por el que se postula Ricardo Alfonsín, aliado a Libres del Sur.

Es una hipótesis muy osada porque garantizaría la victoria electoral de Javier Milei aunque, si el plan saliese bien, la sumatoria de diputados podría ofrecer otro resultado. Dato: en general, dos listas que obtienen 20 puntos por separado, logran más diputados que una que saca 40 puntos. Con esa variable, una sola lista del PJ que sume 38% obtendría menos bancas que cinco listas que, en la medida que superen el 3% del piso, logren entre 15 y 5 por ciento.

Esas sucesiones

Parece, hasta acá, una variante más, sin chances. Gabrois, incluso, la expuso públicamente como una alternativa en una entrevista en C5N. De fondo aparecen otras razones. Hace algunos meses, Cristina Kirchner plantea a su círculo más cercano que el 2025 debe ser leído no desde la óptica de un frente electoral sino como la base para plantear un frente legislativo que le ponga límites a Milei en el Congreso.

Es lo que, con esfuerzo y vaivenes, se logró en estas últimas semanas cuando el peronismo, más un sector de la UCR que responde a Facundo Manes, la izquierda y Encuentro Federal –además de algunos espacios provinciales– confluyen para aprobar proyectos, como la suba de jubilaciones. El punto más alto se logró en estos días cuando los 23 gobernadores más el jefe de Gobierno de Ciudad de Buenos Aires acordaron impulsar dos proyectos para garantizar la coparticipación automática del impuesto a los combustibles y los ATN.

Hay un ancla de la historia reciente. En 2017, Cristina decidió competir con Unidad Ciudadana contra otras versiones del peronismo por las que se postularon Florencio Randazzo y Massa. Luego, para la unidad del 2019, CFK tenía una dato fáctico sobre lo que valía cada espacio para, a partir de ahí, ejecutar la matemática del poder, del reparto de lugares y de una potencial electoral. En la construcción hipotética del sistema de boletas múltiples, estaría lo mismo: determinar, con votos, lo que vale cada uno, cuánto junta Grabois, cuánto Moreno o, por citar tres, cuánto el kicillofismo.

Cenital

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