Sin la urgencia por evitar la prisión y/o el escarnio, el peronismo debe administrar la “oportunidad” de una unidad frágil y en tránsito. Regresos, radiografía de la calle y la propuesta que pudo romper una jornada inédita.
“¿Cómo que hay un escenario?”. Bien temprano, el miércoles, una figura que estuvo en cada detalle de la logística de la marcha y está 24/7 online con Cristina Kirchner, se sorprendió con la novedad de que en mitad de Plaza de Mayo se estaba montando un escenario. Horas antes, ya de madrugada, las conversaciones se habían encaminado a que no habría discursos, solo movilización y en lo posible, un sorpresivo mensaje de CFK.
Desde que se fijó Plaza de Mayo como destino se empezó a discutir qué hacer. Descartada, por la prisión domiciliaria, la posibilidad de que concurra CFK, se exploró la idea de que haya algunos oradores. Según supo Cenital, se contempló que hablen tres dirigentes específicos: Máximo Kirchner, Sergio Massa y un “sindicalista” que, si bien no estaba resuelto el nombre, por decantación la lista no iba mucho más allá de Abel Furlán (UOM), “Paco” Manrique (SMATA) o Sergio Palazzo (La Bancaria).
La idea naufragó y, a simple vista, fue lo más acertado. El martes al atardecer, un dirigente de La Cámpora, deslizó la intención y, en paralelo, expuso la dificultad de que haya oradores. “¿Cuántos tienen que hablar para que nadie se ofenda? ¿Diez, doce?”, tiró números al aire. Que sean tres parecía una mala idea, no por los que hablarían sino por los que no: ¿podría excluirse, sin generar ruido feo, a Axel Kicillof o, dejar afuera, a Juan Grabois, uno de los –junto a Guillermo Moreno– regresados?
Las patrullas perdidas
Grabois y Moreno se movieron, en estos meses, como dos outsiders que con distancias e intensidades distintas amenazaban con competir por fuera de UxP en las legislativas de octubre. Paritaria o no, la condena a CFK sirvió como amnistía interna, incluso pudo ser una oportunidad para que ambos dirigentes vuelvan a operar dentro de un ecosistema donde la centralidad política la tiene –y eso se reforzó la última semana– la expresidenta. Los dos, Moreno y Grabois, átomos sueltos, avisaron que ponen en stand by sus expectativas electorales si, en el proceso, se activa la discusión de fondo en el peronismo. Todos, o muchos, adentro.
Es una de las tareas para el día después. Resuelto el pánico de la prisión o el escarnio público de CFK, se debe administrar la oportunidad que dan el acercamiento de patrullas perdidas y la pausa en la disputa interna en PBA. La variante de subir a tres oradores, hubiese sido una mala señal para la apertura que generó el fallo de la Corte. Hubiese sido, además, un movimiento excesivamente prematuro en la carrera por la sucesión.
Al final, la voz de CFK, primero grabada –el miércoles, en su casa, dicen que como audio de WhatsApp–, luego telefónica resolvió el dilema y demoró unas horas esa disputa latente en el peronismo que, por la propia dinámica del calendario electoral, aparecerá más temprano que tarde. Exactamente, dentro de un mes vence el plazo para inscribir las listas para las elecciones desdobladas en la provincia de Buenos Aires, cuya fecha oficial –todavía inamovible– es el 7 de julio.
Todas las plazas
Al margen del número, donde el millón fue una especie de símbolo, la movilización puso en escena algunas cuestiones. Una: la vitalidad del peronismo para movilizarse, incluso sin el involucramiento de sectores clásicos como la CGT, e incluso en medio de órdenes y contra órdenes, incluso cambios de último momento sobre el lugar y el horario. La marcha, dicen cerca de CFK, se desinfló en parte con la resolución del TOF sobre la domiciliaria. Fue, en ese sentido, una movilización post objetivo cumplido más que una donde se jugaba, en parte, la suerte de lo que se buscaba: que no humillen a Cristina en Comodoro Py o se la lleven a pasar una noche en una celda de “Cavia”, la dependencia de la Policía Federal, bajo las órdenes de Patricia Bullrich.
Dos. Desde antes de la asunción de Milei, el peronismo le teme a salir a la calle. Pasó la pandemia, es cierto, pero luego había cierto riesgo de demostrar que no es tan contundente como debería. El miércoles, ese fantasma no estuvo porque además la plaza tuvo dos plazas: una “del sistema”, las orgas, espacios, partidos y gremios, y otra silvestre, de autoconvocados que operan sobre su propia dinámica y parecen tener como único nexo la figura de CFK. Si hay, ahí, una intriga sobre quién interpela y ordena a los sueltos, otra fragilidad puede ser que no abundan –o, al menos, no en la movilización de ayer– sectores jóvenes que sean muy activos, salvo en las organizaciones como La Cámpora.
Tres. Sin que el asunto termine, la domiciliaria de CFK es un mojón y alejadas las principales amenazas, el peronismo tiene ahora que tratar de contener a la plaza: no solo por Moreno y Grabois, también por gobernadores como Ricardo Quintela, de La Rioja, e incluso por la convivencia con Axel Kicillof que estableció nuevo canal de diálogo con el mundo CFK a través de Mayra Mendoza, la intendenta de Quilmes, y una de las preferidas de Cristina. El día después es el gran interrogante. En Casa Rosada creen, por caso, que la movilización a plaza de Mayo fue una marcha de despedida de CFK.
Cenital