EL MITO DE LA DOLARIZACIÓN

La extensión de una crisis económica que lleva varios años y la persistente inflación en niveles elevados convocan a sectores conservadores a postular la fantasiosa idea de dolarizar para solucionar los problemas económicos. Ejercicios con números reales de los frentes monetario, financiero y comercial muestran que es un proyecto inviable en términos prácticos. La eventual dolarización convalidaría en moneda dura la pésima distribución del ingreso que hoy tiene la Argentina.

La cantidad de dólares que hay en manos de residentes argentinos lleva a algunos analistas y opinadores a la conclusión de que ya estaríamos en condiciones de instrumentar la dolarización definitiva y legal de la economía

Esto sería hacer que en la economía local se institucionalice el uso del dólar como moneda de curso legal en lugar del peso. Son opiniones que suponen que con el dólar como moneda de curso legal se terminaría la inestabilidad de precios y, por lo tanto, la inflación, además de poder hacer los cálculos económicos con una moneda estable. ¿Cuál sería la factibilidad real de esta pirueta monetaria?

Evaluándolo al tipo de cambio oficial para transacciones de comercio exterior, el valor del Producto Interno Bruto (PIB) anual del segundo trimestre de este año, último dato disponible del Indec en su informe sobre Agregados Macroeconómicos, estaría cerca de los 500 mil millones de dólares (10.400 dólares per cápita). En cambio, si se toma el denominado “dólar solidario”, para no referir a los mercados paralelos alternativos (el blue o los bursátiles), ese mismo PIB estaría en el orden de los 300 mil millones de dólares (6250 dólares per cápita).

En el último informe de Posición de Inversión Financiera Internacional del Indec, la tenencia de dólares por parte de los residentes argentinos sería del orden de los 230 mil millones de dólares, de los cuales algo menos de 20 mil millones están depositados en los bancos y el resto, más de 200 mil millones, en el «colchón» y/o en cajas de seguridad bancarias.

Monetización

Algunos analistas dividen esas tenencias de dólares por el PIB en esa moneda, cociente que da como resultado casi el 43 por ciento de monetización en divisas de la economía, tomándolo al tipo de cambio oficial para comercio exterior, y más del 70 por ciento si se lo considera al tipo de cambio solidario.

Analizando el tema desde el lado de los pesos, el PIB anual del segundo trimestre de este año rondó, también según el Indec, los 46,6 billones de pesos a valores corrientes, mientras que el agregado monetario M3, según el Banco Central, que incluye la circulación monetaria en poder del público, los depósitos en cuentas a la vista y en cajas de ahorro y las colocaciones a plazo fijo en nuestra moneda, alcanzaron cerca de los 9,5 billones de pesos, es decir, poco más del 20 por ciento del PIB en la misma moneda. Y si tomamos M2, que no incluye los depósitos a plazo fijo, suma 5,5 billones de pesos, que no llega al 12 por ciento del PIB.

Una primera conclusión simplista de estos datos sería que ya estarían dadas con creces las condiciones para la dolarización definitiva de la economía, toda vez que su grado de monetización sería de 3 a 4 veces mayor en dólares que en pesos. Pero esta conclusión no tomaría en cuenta los distintos motivos para la demanda de dinero por parte del público.

Si se menciona los motivos básicos para la demanda dinero, esto es para transacciones, precaución, especulación y/o para atesoramiento, se podría entender intuitivamente que la demanda de pesos es fundamentalmente para los dos primeros motivos y la de dólares para los otros dos. Entonces, la primera pregunta que surge es: ¿qué hace suponer que lo que se demanda principalmente para especular o atesorar se vaya a destinar a las transacciones cotidianas?

Se puede suponer que sí, puesto que con una buena oferta de oportunidades de inversión financiera por parte del sistema bancario, ofreciendo tasas de interés en dólares mucho más altas que las internacionales (cosa que no es gratis para la economía real) sea factible que una parte importante de los dólares fluyan hacia el sistema financiero, logrando un grado de monetización en esa moneda similar o superior a la que hoy hay en pesos (que tampoco es una vara muy alta).

Cabría preguntar a miembros que se abrazan a la visión monetarista de la inflación si una monetización del doble o más que la actual para transacciones no impactaría también en los precios, pero ahora en dólares. Se puede suponer que no, pero aun así faltaría resolver algunas cuestiones cruciales.

Pautas para la conversión

La primera es cómo haría el Banco Central para transformar la base monetaria en pesos (alrededor de 2,85 billones) en la nueva moneda legal. Para eso necesitaría disponer de entre 18.400 y 30.300 millones de dólares, según se haga la conversión al tipo de cambio solidario o al oficial. Sólo la conversión de la circulación monetaria (billetes y monedas emitidos y en circulación) de 2,1 billones de pesos demandaría una disponibilidad de entre 13.500 y 22.300 millones de dólares en billetes.

De los poco más de 42.000 millones de dólares de reservas internacionales del Banco Central, las de libre disponibilidad se estiman en no más de 8000 millones. Habría que recurrir al swap con China de 19.000 millones, que forma parte de las reservas totales como crédito contingente, para obtener la diferencia faltante. 

¿Estaría dispuesto el gobierno chino a autorizar esta operación para dolarizar definitivamente a la economía argentina? No luce muy factible, pero para seguir con el análisis, se puede suponer que sí. Llegados a este punto, faltaría definir una de las cuestiones cruciales de la dolarización final y es a qué tipo de cambio hacer la conversión de pesos a dólares, tanto de la base y la circulación monetaria como del resto de las variables de la economía, fundamentalmente salarios y precios.

La gran tentación sería hacerlo a un tipo de cambio similar al del dólar solidario que no sólo requeriría menor cantidad de dólares para convertir la base monetaria sino que, además, implicaría reducir el costo salarial en esa moneda, incrementando la competitividad de la producción nacional en los mercados internacionales. ¿Qué pasaría con los precios internos?

Convertir los salarios en pesos a dólares es relativamente sencillo porque están definidos en las convenciones colectivas de trabajo o en las normas sobre salario mínimo y vital, pero los precios ¿dónde están escritos? En ningún lado, y es fácil intuir que la movida sería aprovechada para reacomodarlos por los formadores de precios concentrados (casi todos los mercados de el país son oligopólicos o bajo competencia monopolista), con la única limitación de los productos que puedan sufrir competencia internacional. La gran oportunidad sería para los productores de bienes y servicios no transables internacionalmente.

Sin embargo, también se puede suponer (otro supuesto, y van…) que los formadores de precios de no transables se portan bien y respetan la conversión al tipo de cambio que decida la autoridad monetaria. Aun así, la conversión convalidaría en moneda dura la pésima distribución del ingreso que hoy tiene la Argentina, con un coeficiente de GINI que entre 43 y 45 por ciento de grado de desigualdad, y con una línea de pobreza por encima de 40 por ciento.

Mirada dinámica

Hasta aquí se ha presentado un análisis estático sobre la factibilidad de la dolarización total y legal de la economía, donde la misma depende más de supuestos, algunos bastante irreales, que de certezas. Así y todo, no parecería imposible, a pesar de las duras consecuencias que acarrearía para la ya espantosa distribución del ingreso y la débil estructura productiva. Sin embargo, faltaría una mirada dinámica para tratar de llegar a alguna conclusión final.

Para eso es necesario hacer un supuesto más, y es que el Banco Central logre estabilizar un grado de monetización en dólares de la economía que permita llevar a cabo todas las transacciones sin falta o exceso de liquidez monetaria. Si el PIB anual arranca con 300.000 millones de dólares y la dolarización logra el milagro de estabilizar la economía y tener una tasa de crecimiento sustentable del 5 por ciento anual, harían falta 15.000 millones de dólares adicionales cada año para conservar el grado de liquidez alcanzado.

Pero resulta que, en ese escenario, el Banco Central se quedaría sin la posibilidad de manejar la base monetaria, con lo cual sería necesario que esa inyección adicional de dinero (ahora dólares) provenga del superávit de cuenta corriente en el balance de pagos.

El año pasado, por la recesión que provocó la pandemia, Argentina tuvo un superávit de comercio exterior de casi 12.400 millones de dólares, pero la cuenta de ingreso primario del balance de pagos se llevó, aun con las restricciones imperantes, más de 10.000 millones, con lo cual el superávit de la cuenta corriente externa apenas superó los 3300 millones. En 2019, otro año complicado por la debacle de la receta neoliberal, el superávit de comercio fue similar pero la cuenta corriente terminó con un déficit de 3300 millones.

O sea, en el mejor de los casos estarían faltando 10.000 millones de dólares anuales para que la economía no perdiera su grado de liquidez en esa moneda, lo que derivaría en incremento de costos financieros y caída consecuente del nivel de actividad económica. A menos que piense en dos alternativas, más que inviables, fantasiosas: 1. conseguir crédito internacional por más de 10.000 millones de dólares por año o 2. refinanciar la totalidad de los servicios de la deuda actual, que en el fondo es lo mismo: incremento de la deuda externa y de los servicios financieros.

En una Argentina que hace décadas está viendo cómo se hace para dejar de tener déficit externo recurrente algunos proponen una solución monetaria que requeriría tener un superávit permanente de 15.000 millones de dólares anuales. Parecería que quienes lo proponen, como si esa fuese una solución para los problemas económicos, no se pusieron a hacer estas proyecciones. Una pregunta final: con la dolarización legal, ¿se acabaría o se profundizaría la fuga permanente de capitales?

* Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche y coordinador de la Licenciatura en Economía. @novak_daniel

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