Los resultados de las PASO le imprimieron un nuevo ritmo a la dinámica social y política.
Los resultados de las PASO le imprimieron un nuevo ritmo a la dinámica social y política.
El aspecto más destacado es la devaluación del 22,5% del peso frente al dólar, practicado por el candidato presidencial oficialista y ministro de Economía, Sergio Massa. Está por verse si la idea de adjudicar la responsabilidad de esa pérdida de valor de los ingresos al Fondo Monetario le sirve a Massa para ganar algo en su carrera presidencial. Si la mejora de los ingresos -vía las sumas fijas para asalariados, los incrementos de la AUH y otros programas sociales, y la mejora de las jubilaciones- no compensa las subas de los precios reales (no las teóricas que surgen de los acuerdos del gobierno con las empresas), podría incrementar el “voto bronca”, porque la “casta” estaría confirmando su vocación de golpear los bolsillos populares en función de sus propios intereses.
Massa acepta el mal momento que le trae la devaluación a cambio del respaldo, y los dólares, del Fondo porque cree que así convencerá al mercado para que deje de operar contra el peso, al menos hasta la primera vuelta, el 22 de octubre. El candidato oficialista le habla a la especulación financiera y al poder económico con la expectativa puesta en ganar su adhesión o, al menos, su neutralidad. Lograría así una economía más estable y ganaría tiempo antes de que las mejoras que anunciará la semana que viene se licúen.
Por su parte, para concretar sus pretensiones presidenciales, Milei todavía tiene que superar las condiciones que impone el reglamento electoral, sea en la primera vuelta o en la segunda. Si es por lo datos de las PASO, nada de eso está escrito ni mucho menos, especialmente si se toma en cuenta la distancia entre el primero y el tercero más votado y las legiones de abstencionistas. Si lo logra, significará que ha acumulado un nivel de adhesión que supera la de los sectores quebrados por la decadencia del capitalismo argentino.
Pero el fascismo de Milei deberá superar otra prueba más importante: la movilización de la clase obrera, que hasta el momento asiste pasiva a las amenazas contra sus derechos. Porque, así como Milei se puede sostener en sectores con poco por perder por sus actuales condiciones de vida, una clase obrera movilizada en defensa de sus conquistas sería un formidable frontón contra su avanzada.
Si el movimiento obrero lograse reconocer sus propios intereses en juego, daría un primer paso fundamental, que podría llevarlo al siguiente tranco: pasar a la acción, lo cual implicaría dejar de ser columna vertebral, a la espera de que el cerebro dé la orden de moverse, y pasar a actuar con independencia y en defensa de sus intereses.
Para Milei, hay otras pruebas que se están mostrando más sencillas de superar. A pesar de que apunta contra aspectos centrales del régimen político que se concentra en su insulto “casta”, la cercanía de Mauricio Macri al libertario muestra que esa misma “casta” está dispuesta a mostrar su venalidad. Al mismo tiempo, Milei busca desarmar las incertidumbres que aun provoca en el capital concentrado, mostrando una posición menos rupturista en materia económica, pero manteniendo la amenaza de golpe social. La gran patronal argentina duda entre el temor al desgobierno y respaldar la propuesta de “ganar en la calle”, como le prometió la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich.
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