LOS MOTIVOS OCULTOS DEL ENOJO DE MACRI CON SANTIAGO CAPUTO Y KARINA MILEI

En el año 2018, con la salida del cepo cambiario ya consolidada –y luego de ganar las elecciones de medio término– la administración de Mauricio Macri no pudo evitar que una devaluación de la lira turca dejara definitivamente knock out al peso argentino, que tambaleaba, y con él a lo que le quedaba de Gobierno. A partir de allí, decidió acudir al Fondo Monetario Internacional y hasta enfrentar dudas sobre si completaría su mandato. Ayer, lo que arrancó como un lunes negro que no fue tal, terminó haciendo apenas cosquillas a los indicadores financieros argentinos, aún cuando el corazón del pánico estaba en la insustentabilidad de una maniobra especulativa con el yen, la moneda japonesa, para obtener ganancias en dólares, muy similar a las operaciones de carry trade que se hicieron con el peso durante los primeros meses de Milei, especulando con que el Gobierno no devaluara la moneda. La diferencia entre aquel 2018 y este 2024 es el cepo cambiario y el aislamiento de la Argentina de los mercados internacionales.

Las crisis y pánicos financieros suelen producir un efecto denominado fly to quality (vuelo hacia la calidad), por el que los activos salen de los mercados y esos instrumentos más volátiles, particularmente los emergentes, hacia más seguros como el dólar estadounidense. Quizás para un tardío festejo de Miguel Pesce, las restricciones argentinas aguantaron incólumes y el peso perdió poco valor en los mercados paralelos mientras sostenía también el ritmo de depreciación habitual en el oficial. Es comprensible, los canales del dinero para la salida legal del país son escasos. La cautela de Luis “Toto” Caputo en lo monetario, que contrasta con el shock fiscal en una especie de negativo del Gobierno macrista, pagó dividendos en términos de exposición a la volatilidad internacional. Pero no fueron sólo los dólares que no salen los que preservaron ayer a la Argentina de la crisis. También los que no entraron. En 2016 y 2017 nuestro país había recibido una marea de capitales especulativos y de corto plazo ávidos de prestar dinero al país, mientras el Caputo de 2024 no tuvo éxito en obtener fondos frescos, ni de organismos internacionales ni de inversores institucionales, para financiar un fortalecimiento de las reservas que permita salir del cepo sin causar una devaluación de consecuencias y límites impredecibles.

El festejo por los daños limitados, con todo, debería ser sosegado. El cepo impide que la economía crezca –ya que hace prácticamente imposible el ingreso de grandes inversiones privadas en condiciones normales de regulación– y una limitante de la demanda de dólares durante estos meses fue la baja de las importaciones que acompaña la recesión y caída del consumo causados por el ajuste. Una simple comparación del desempeño del peso en las últimas semanas frente a otras monedas de la región da cuenta de que, desde México hasta Uruguay y desde Chile hasta Brasil, todas se devaluaron frente al dólar, mientras la moneda argentina, al CCL se comportó del modo contrario. ¿Tiene sentido? Sólo si dejamos de lado la racionalidad económica de los agentes internos y externos y miramos la del Gobierno, que en este lapso puso en marcha el esquema para vender los dólares por exportaciones en el mercado financiero paralelo y “cerrar todas las canillas” de la emisión monetaria. El plan, hay que recordarlo, tiene como contracara la no acumulación de reservas, que son el costo de no acompañar las tendencias internacionales. Las razones del éxito de ayer pueden volver para atormentarnos en el futuro.

El pánico, con todo, no pareció al menos ayer encaminarse hacia nada parecido a otras crisis disparadas por una caída bursátil. Los índices estadounidenses terminaron con una disminución diaria considerable, pero incomparable a episodios como el de Lehman, en 2008. Los activos estadounidenses en bolsa llevan alrededor de 15% de ganancia en promedio en lo que va del año. La caída de la valuación de las empresas de Inteligencia Artificial podría ser un proceso de corrección bienvenido –un buen indicador de la burbuja tecnológica es que la acción de Mercado Libre superara, al final de la semana pasada, el valor de la de Petrobras– y la bolsa japonesa se recuperaba fuertemente al comienzo de la semana.

El saldo podría terminar por traer buenas noticias para el país. El débil reporte de empleos estadounidense debería impulsar a la Reserva Federal a un recorte de la tasa de interés mayor al previsto, y las especulaciones en este sentido son las que limitaron las caídas. Un movimiento así debilitaría al dólar frente a otras monedas, reduciendo costos de endeudamiento y, muy posiblemente, subiendo el precio de las commodities. Una hipótesis contextual optimista para la Argentina que, de todos modos, no la podrá aprovechar si no resuelve las mismas restricciones que, durante el pánico de ayer, la preservaron. Los beneficios de nadar contra la corriente son en general limitados y de corto alcance.

El contexto internacional siguió marcado también por la situación venezolana que, lejos de encaminarse, se agravó por la insistencia de las autoridades en la defensa de las maniobras fraudulentas por las que proclamaron como presidente reelecto a Nicolás Maduro. Ni la disposición para la represión, ni la unidad del Gobierno parecen haber mermado por lo que, a esta altura, aparece como una causa indefendible desde la argumentación.

Los presidentes progresistas de la región, como Lula da Silva, Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, intentan articular una salida dialogada para la crisis, que hoy aparece lejana, y reclaman la aparición de actas de votación verificables que, por el tiempo transcurrido y la inverosimilitud del relato oficialista, parecen no existir. La estrategia expone al madurismo y aumenta la presión sobre el Gobierno venezolano sin cerrar la puerta a la negociación; a la vez, evita aparecer demasiado cerca de otras opciones extremas que, de todos modos, aparenta haber aprendido las lecciones del fallido proceso de reconocimiento a Juan Guaidó. Los Estados Unidos salieron a aclarar que su validación a Edmundo Gonzáles Urrutia como ganador de las elecciones no implicaba hacerlo como presidente. La oposición, por su parte, saludó -más que confrontar- las maniobras retóricas de Lula para presionar al Gobierno venezolano sin romper puentes. El brasileño enfrenta sus propios límites. De no resolverse la situación en relativamente poco tiempo, cualquier cercanía percibida con Maduro puede convertirse en una piedra para cargar de cara a las cruciales elecciones municipales que enfrentará en octubre. Maduro es el líder latinoamericano con peor imagen en todos los países de América del Sur.

En Argentina, las repercusiones de la situación venezolana operan en el oficialismo y en la oposición. Cristina Kirchner, desde México, sin dejar de mencionar las sanciones económicas que enfrenta Venezuela ni los antecedentes de la oposición, reclamó que muestren las actas que respaldan un triunfo anunciado “hasta los decimales”. Una puesta en evidencia filosa, que incluyó además una invocación al legado de Hugo Chávez. La apelación impactó de lleno en el seno del régimen venezolano, al punto de motivar una respuesta de su principal matón retórico, el Teniente Diosdado Cabello, que reprochó que el último gobierno argentino hubiera entregado el poder a la ultraderecha o, lo que es lo mismo, que haya respetado la decisión democrática en vez de optar por la salida protodictatorial por la que decantó el chavismo.

Desde la Casa Rosada evaluaban la convocatoria en Buenos Aires de los gobiernos más intransigentes con el régimen venezolano. Un intento más de alimentar el liderazgo personal de Javier Milei, que suele primar por sobre la mera conveniencia diplomática de una determinada estrategia. El aval de las principales figuras de la oposición, de los gobiernos más importantes de la Unión Europea y, con algunos matices, de los Estados Unidos, al curso dialoguista propuesto por las administraciones progresistas de Brasil, México y Colombia limita las chances del mitin “anticomunista” liderado por el presidente argentino, que debería superar además los resquemores que genera entre otros líderes liberales o conservadores regionales, de tendencia más centrista, como el uruguayo Luis Lacalle Pou o incluso Daniel Noboa, el presidente de Ecuador.

Es posible, por otra parte, que en los próximos días la atención presidencial por la agenda internacional se concentre en Medio Oriente, donde se considera inminente un ataque iraní de gran escala contra el Estado de Israel, que podría derivar en una guerra regional de alcance impredecible. En este escenario, la atención presidencial posiblemente se enfoque en el alineamiento que ha proclamado desde la campaña y la cuestión acapare gran parte de los esfuerzos diplomáticos y de seguridad del Ejecutivo argentino.

En el gobierno seguramente hayan tomado nota de otra noticia internacional que acompañó ayer al pánico bursátil y la situación venezolana. El juez de distrito de Washington DC Amit Mehta falló en un juicio contra Google por prácticas monopólicas por el posicionamiento de su negocio de búsqueda en teléfonos celulares. El presidente se reunió hace unas semanas con los CEO de las principales compañías tecnológicas por valuación bursátil y opera con la hipótesis –informada por el asesor Demian Reidel– de que el marco de regulación de las grandes tecnológicas limita el desarrollo de ese sector productivo y que una normativa de concepción libertaria, de Estado ausente, podría generar un boom inversor que convierta al país en un polo de atracción en campos como la inteligencia artificial. La apuesta parece remota, pero el oficialismo acaso se sienta en este momento en función de oráculo que desafía la sabiduría convencional de las principales potencias mundiales, mientras alimenta el confeso amor presidencial por los monopolios.

En la cuestión local, los últimos siete días comenzaron con una novedad: Santiago Caputo, asesor en jefe del presidente de la Nación, habló por primera vez –en rigor, segunda: había brindado un escueto testimonio a Brenda Struminger en Infobae en el primer trimestre de Gobierno– en las vísperas del acto en el que Macri relanzaría su nuevo PRO. El link no es antojadizo: Caputo sabía que Macri iba a elegirlo como el responsable de la falta de articulación entre el PRO y La Libertad Avanza. El Calabrés dio inicio a su reaparición con una frase que fue oportunamente anticipada por #OffTheRecord: “Es el siglo 21, nadie se casa sin coger”. Macri, entre sonrisas, eligió “convivir” aunque reconoció que en su diálogo con Mieli había sido más rústico. El responsable de la castidad oficial no sería otro que Caputo a quien acusó de “sentirse más cómodo negociando con los malos”. En su propia narrativa, Macri sería el bueno. Es curioso: incluso las personas más cercanas al expresidente, que le reconocen un sinfín de virtudes, no encuentran la bondad entre ellas.

La última escalada de Macri contra Bambi giró alrededor de la conformación de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). A través de sus redes sociales, el radical macrista Álvaro de Lamadrid publicó que Paula Abal Medina había sido incorporada a la nueva SIDE por instrucción de Caputo, y denunció un “pacto de impunidad” con el peronismo. Una traducción menos elegante de la acusación de Macri contra el asesor del presidente. La información fue desmentida por todos los involucrados, pero no limó ni un ápice la convicción sobre la elección de los “malos” por sobre “los buenos” del entorno presidencial desde la óptica amarilla. En sus propios términos, algo de razón le asiste: a comienzos del mandato, Karina Milei le envió un mensaje a un sector del PJ: “No venimos a perseguir a nadie”. Eso se tradujo en el veto a Mariano Federici o María Eugenia Talerico, los nombres detrás del asedio judicial durante el macrismo. Esos nombres, más otros, son exactamente los que quiere Macri para el gobierno. De ahí su enojo con “el entorno” de Milei.

Otra situación que fastidia a Macri es la relevancia en la toma de decisiones que actores locales e internacionales –él mismo– le asignaban a esta altura del mandato libertario. Sorprendió, fuera de contexto, su reclamo por la Hidrovía en el último reportaje en LN+. ¿Una repentina preocupación por la logística exportadora en medio de las discusiones con el Gobierno? Es probable. Hay otra alternativa. Los descreídos cuentan que en 2019, cuando pensaba ser reelecto, Macri tenía lista la licitación para que la holandesa Boskalis –compañía que tiene como una de sus accionistas a Máxima Zorreguieta– se hiciera cargo del dragado. Seguramente de manera desinteresada. En el medio de esa promesa se cruzó la democracia con el triunfo del Frente de Todos y, ahora –siempre según Macri–, Caputo.

El Ingeniero cree que Bambi tiene un especial interés sobre el tema y lo digita a través del subsecretario de vías navegables, Iñaki Arreseygor. Podría preguntarle al propio Arreseygor que fue funcionario en la Ciudad durante su mandato, hizo lo propio con María Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires y terminó como director del Estado en Mirgor, la empresa de su amiguísimo Nicolás Caputo. Al margen de los escarceos televisivos, la relación entre la Casa Rosada y el PRO en Diputados sigue su curso natural. El diálogo no sólo no se cortó sino que continúa la “construcción de confianza” que se traducirá, en los próximos días, en un encuentro entre Caputo y Cristian Ritondo, el nombramiento de Martín Maquieyra como director de YPF y se hablaba de una cumbre entre Milei y Macri ayer por la noche que #OffTheRecord no logró confirmar.

Habrá que ver cómo se comporta el bloque opositor en Diputados cuando el resto de sus colegas de la Cámara Baja impulsen el rechazo al DNU que habilita los casi 100 millones de dólares para fondos reservados de la SIDE. A priori, esa erogación ya tiene asignación específica: según pudo averiguar este medio, el Gobierno está en diálogo con Estados Unidos e Israel para ver qué tecnología hay existente y disponible para comprar que permita el monitoreo más exhaustivo de los teléfonos celulares que se encuentren en suelo argentino. La versión oficial será que tiene como objetivo la protección nacional y evitar que, por ejemplo, un terrorista se mueva libremente sin ser detectado. La de la oposición, que esa tecnología se usará en el mejor de los casos para el proceso electoral y en el peor, para el espionaje interno.

Esta semana, antes de terminar, quiero recomendarte el dossier que sacamos sobre lo que está ocurriendo en Venezuela. Mano, ya no tengo fe fue coordinado Lucía Cholakian Herrera, quien estuvo en Caracas para las elecciones, y cuenta con el análisis de Martin Schapiro, Jordana Timerman, Juan Manuel Karg, Facundo Cruz y Juan Manuel Telechea. De Venezuela también hablaron María O’Donnell y Ernesto Tenembaum con Pablo Gerchunoff en la última edición de #540°, programa que hoy es cita obligada por la visita de Emmanuel Álvarez Agis.


Iván Schargrodsky | Cenital

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