El consumo masivo se encuentra por el piso y seguirá así por varios meses más. El gobierno adjudica el fenómeno a un inexistente «programa».
El gobierno volvió a celebrar el dato de inflación, en este caso el de marzo, del 11%, como si se tratara del penúltimo peldaño de una escalera que lleva a una carestía similar a la que se observa en el resto de los países de la región, por debajo del 10% anual.
Sin embargo, la realidad indica que la economía argentina está bastante lejos de ese nivel de estabilidad y que la inflación es todavía altísima.
El episodio del bot del supermercado Jumbo, cuyos datos fueron tomados como válidos tanto por el presidente Javier Milei como por su ministro de Economía, Luis Caputo, revela la ansiedad que carcome al gobierno y lo impulsa a buscar información que demuestre ese «desplome de la inflación» que ambos funcionarios aseguraron que ya existe en base a esos datos falsos.
El sendero descendente de la inflación, desde el salto hiperinflacionario de diciembre -cuando marcó 25,5%- es una consecuencia del derrumbe -esta vez cierto- del consumo masivo, algo que fue previsto por todos los analistas. «En el cementerio no hay inflación», dijo un informe del Centro de Política Económica (Cepa), remarcando el impacto de la recesión sobre el nivel de precios.
«Enfriar la economía» es una vieja receta de la ortodoxia económica. Sus consecuencias son la pérdida de poder adquisitivo del salario, el aumento del desempleo y la caída en la calidad de vida de la población trabajadora.
La consultora LCG dijo: «Entendemos que el principal factor de disciplinamiento es el desplome de la demanda. El Gobierno parece empezar a adoptar algunas medidas que apuntan a coordinar expectativas, como la apertura de las importaciones de elementos de la canasta básica o los controles a supermercadistas o bien las paritarias menores a los 2 dígitos».
Alimentos a la baja
En ese cuadro, la suba de los precios de los alimentos es seguida con atención por los economistas porque este segmento del consumo masivo tiene un peso superlativo en la confección del índice de precios al consumidor (el IPC).
En marzo, los alimentos y bebidas no alcohólicas subieron apenas por debajo del nivel general al marcar un 10,5%. La marca también es menor en lo que va del año: 48,9% para alimentos y bebidas versus 51,6% para la inflación general.
El dato generó el entusiasmo del ministro Caputo, quien señaló en un posteo en la red social X: «La fuerte desaceleración en la inflación es consecuencia del programa económico implementado desde el 11 de diciembre, cuyos pilares son el equilibrio fiscal y la recomposición del balance del BCRA. La combinación de ancla fiscal, monetaria y cambiaria, y las medidas que se vienen implementando para desburocratizar el comercio interior y normalizar el comercio exterior, son fundamentales para sostener este sendero de desinflación».
La desinflación que señala Caputo también la marcan dos provincias que realizan relevamientos propios. En Mendoza, la inflación de marzo alcanzó al 9,2%. Mientras que en Neuquén fue del 10,5%. Pero en la Ciudad de Buenos Aires el dato fue superior: 13,2 por ciento.
Las similitudes saltan ala vista en la composición del índice. Tanto en el índice nacional como en los de Mendoza y Neuquén pesaron mucho las subas de los sectores de la educación y la salud, mientras que los alimentos quedaron por debajo.
Respecto de abril, CEPA advirtió que «En Alimentos y bebidas, en la primera semana de abril los productos de consumo masivo se movieron al 2,2% respecto a la última semana de marzo. Los cortes de carne muestran, en los primeros 8 días del mes de abril, un incremento de 8,4% respecto del mismo período del mes de marzo». «
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