EL BOLSONARO CHILENO

El posible próximo presidente de Chile es un confeso antigénero y antiderechos. Ha dicho que respeta a las personas homosexuales siempre y cuando se mantengan castos y que de asumir vetará la ley que permite el aborto por tres causales. ¿Quién es el Bolsonaro chileno? ¿Nueva derecha o lo mismo de siempre?

Cuando al inicio de la noche del domingo 21 de noviembre se anunciaba que José Antonio Kast (1966, 55 años) estaba liderando los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile, muchos de los trasandinos reunidos en el bar Lo de Checho, en Balvanera, no lo podían creer. Casi todos se habían preparado para festejar al ritmo de empanadas o chacareros preparados por el propio Checho (joven inmigrante chileno en pareja con una argentina) y la habitual cerveza. Y era explicable este entusiasmo entre mis compatriotas –sí, yo también soy chileno– porque, en la Ciudad de Buenos Aires, Gabriel Boric, el candidato de la izquierda que enfrentará a Kast en el balotaje del 19 de diciembre, ganó 60% a 15%.

Un análisis más en frío nos indica que no había tanta razón para la sorpresa, ya que el resultado de la primera vuelta (28% a 26%) no sólo demostraban que las encuestas previas habían medido bien, sino que Kast era el único candidato que venía en ascenso, por lo que su posibilidad en segunda vuelta era real.

¿Pero quién es José Antonio Kast?

Es hijo de un alemán que peleó en las huestes de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. En 1950 Michael Kast Schindele y Olga Rist Hagspiel, los padres del candidato, emigraron a Chile junto a los hijos que ya tenían entonces; allí, más específicamente a las afueras de Santiago, Kast padre creó una fábrica de embutidos, gracias a lo que obtuvo una prosperidad económica que fue creciendo a la par del crecimiento de su familia: tuvo diez hijos, algunos de los cuales se han dedicado a la política: Miguel, durante la dictadura, fue ministro de la Oficina de Planificación Nacional (algo como el ministerio de Desarrollo Social argentino) y Bárbara fue concejala por la comuna en la que se instaló la familia. También dos sobrinos del actual candidato a la Presidencia son diputados.

Gracias a la prosperidad familiar, José Antonio, que es el menor de los hijos del alemán, recibió una excelente educación, estudiando derecho en la Pontificia Universidad Católica, lugar donde hacía clases el mentor de la Constitución pinochetista, Jaime Guzmán, fundador además de la Unión Demócrata Independiente (UDI). El campus Oriente de esa universidad fue el mismo lugar en el que Guzmán, a la salida de clases, fue asesinado por un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en 1991. Kast y toda la UDI nunca olvidaron este hecho.

La esposa de Kast contó que la primera cita que tuvo con él fue asistir a misa

En el terreno personal, la esposa de Kast contó que la primera cita que tuvo con él fue asistir a misa. Como buen católico, el candidato le da mucha importancia a la familia, el “derecho a la vida” es central para él, por lo que es contrario al aborto. Pero su catolicismo va más allá o excede a su propia fe, y tiene ribetes políticos.

En 2017, unos meses antes que presentara su primera aventura presidencial, junto a 670 parlamentarios de los 18 países que conforman la Organización de Estados Americanos (OEA) firmó la Declaración de México, que se opone a las resoluciones de organismos multilaterales y de derechos humanos que obliguen a los estados miembros a modificar sus leyes locales “en asuntos relacionados a la vida, la familia y la libertad religiosa”. Esta Declaración dio origen al Congreso Hemisférico de Parlamentarios, cuya misión principal, como consignó una nota del portal de investigación periodística Ciper, es hacer un “lobby internacional cristiano que presiona a gobiernos y parlamentos americanos para impedir que legislen a favor de lo que las fuerzas conservadoras llaman ‘ideología de género’”.

Meses después fue proclamado por el mundo militar en retiro como su candidato presidencial y afirmó, en ese momento, que defendía “con orgullo” el legado de la dictadura de Augusto Pinochet. Esa postura, más a la derecha de Sebastián Piñera, le rindió frutos, ya que en la primera vuelta presidencial obtuvo el 8% de los votos, un caudal sacado de la nada. Nacía así un liderazgo muy en sintonía con otros líderes de ultraderecha en la región y en el mundo, como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei. De hecho en 2018 felicitó a Bolsonaro por su triunfo y el domingo pasado Milei hizo lo propio con el candidato trasandino. 

Kast, hasta hace poco, no tenía problemas en mostrarse como un negacionista de las violaciones de los derechos humanos (llegó a decir que en dictadura “no se persiguió a los opositores políticos”), pero con el alza en las encuestas empezó a suavizarse un poco, más por estrategia electoral que por convencimiento propio, ya que era consciente de que para pasar a segunda vuelta tenía que cautivar al electorado de Sebastián Sichel, que era el de la derecha tradicional. Por eso su visión de los derechos humanos repentinamente dio un vuelco: “Yo no niego la violación de los derechos humanos, no niego que el gobierno militar fue un gobierno autoritario”.

Esta redefinición le funcionó, lo que implicó, de paso, una reconfiguración política de la toda derecha. Y es que no sólo está en juego qué Presidente quiere el país trasandino, sino qué derecha quería: una más en el tono de las nuevas derechas que han surgido o una más tradicional. Una cosa, sin embargo, lo diferencia de Milei o Bolsonaro: no necesita gritar para decir lo que piensa. En este sentido es un político hábil, que sabe que al chileno medio le molestan los gritos y prefiere mostrarse con una voz pausada y lenta. También a diferencia de otras figuras de la nueva derecha, creó un partido en 2019, el año del estallido social en Chile, con el nombre de Partido Republicano (en clara alusión a Estados Unidos y a Trump), pero su candidatura presidencial la inscribió en representación del Frente Social Cristiano.

Una cosa, sin embargo, lo diferencia de Milei o Bolsonaro: no necesita gritar para decir lo que piensa. En este sentido es un político hábil, que sabe que al chileno medio le molestan los gritos y prefiere mostrarse con una voz pausada y lenta.

Pero donde este candidato no se ha mostrado flexible –y sería raro que se redefiniera– ha sido con los derechos conquistados por el feminismo y las disidencias sexuales, y eso se explica en buena parte por su adhesión al Congreso Hemisférico de Parlamentarios. Ha dicho, por ejemplo, que respeta a los homosexuales siempre y cuando se mantengan castos. Y con relación al feminismo, su programa de gobierno plantea la eliminación del ministerio de la Mujer y Equidad de Género y la derogación de la ley que permite tres causales para el aborto.

Sin embargo, no fue hasta que el diputado electo de su partido, Johannes Kaiser, apareció en unos videos diciendo que el 62% de las mujeres fantaseaba con ser violadas y que “[las mujeres] siguen votando por los mismos partidos que están trayendo a esa gente [inmigrantes], y tú realmente te preguntas si el derecho a voto fue una buena idea” que muchos sectores reaccionaron ante esta amenaza de ultraderecha. Uno de estos sectores fue la Coordinadora Feminista 8M, que la noche del domingo convocó a una asamblea feminista antifascista. La Coordinadora a su vez se pronunció sobre las declaraciones de Kaiser en sus redes sociales: “¡El derecho a voto es uno incuestionable! que fue fruto de una larga lucha internacional de miles de millones de mujeres. Nosotras y nosotres sabemos qué es lo mejor para nuestra vida y para nuestro futuro, no necesitamos que un militante del fascismo nos lo venga a decir”.

La estrategia tomada por Kast en materia de derechos humanos de redefinirse (llegó a decir que no era pinochetista días antes de la primera vuelta) fue seguida por el diputado Kaiser, hermano del analista político Axel Kaiser, que ha estado en más de una ocasión en Intratables y otros programas de la TV argentina. El Kaiser diputado dijo primero que lo habían sacado de contexto y que en todo caso pedía perdón, pero finalmente presentó su renuncia al Partido Republicano. Ninguno de estos gestos impide que asuma como diputado, pese al proyecto de ley presentado por un grupo de diputadas que busca sancionar la apología a la violación.

Todas estas idas y venidas en el candidato de la ultraderecha trasandina, y de los que lo rodean, se explican por la reconfiguración de la derecha chilena, que la semana posterior a las elecciones definió su futuro. Rápidamente dieron su apoyo a Kast Evópolis y la UDI (que ya había jugado por él en primera vuelta), y sólo restaba ver la actitud que iba a tomar Renovación Nacional (RN), de inspiración liberal. Pero su presidente, Francisco Chahuán, adelantó su apoyo y pidió al partido que se encolumne tras el candidato de ultraderecha. Cabe recordar que RN es el partido del Presidente Sebastián Piñera, en cuyo gobierno se violaron los derechos humanos (34 muertos y muchos mutilados oculares durante el estallido social), ejerciéndose una represión inédita contra el pueblo chileno, sólo comparable –aunque lejos, por fortuna– con la de la dictadura de Pinochet.
Zanjada la reconfiguración de la ahora ultraderecha chilena, José Antonio Kast se convierte, gane o pierda la elección, en el Bolsonaro chileno, posicionándose así como líder indiscutido de su sector para otra candidatura presidencial. Lo paradójico de esto es que Gabriel Boric es el único capaz de ofrecer estabilidad política a Chile, condición esencial para la estabilidad económica, que tanto le gustaba a esa antigua derecha.

Latfem

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