EL PERONISMO TIENE QUE AMIGARSE CON EL CAMPO

Para ello se deben reconocer los errores cometidos. Y quizás el sector deba aceptar que siempre le fue mejor con el peronismo.

Estos días, como cada año desde mi infancia, visitaba la expo Rural de Palermo. Y allí no solo apreciaba lo mejor de la genética de cada raza y lo importante que es como ámbito de articulación del campo y la ciudad, sino que me llevó a realizar muchas reflexiones que quisiera compartir.

Cruzándome al secretario de Agricultura y parte de su equipo, y escuchándolos, queda claro que estamos ante gente razonable y con conocimiento.

Pero hace ya un tiempo que pienso que una de las razones que tenemos en el sector agropecuario para diseñar y concretar políticas públicas acordes, es el poco peso político que se le asigna a la Secretaría y/o Ministerio de Agricultura. A esta altura no es un cargo a nadie, pero me lleva a recordar por ejemplo con cierta dolor e impotencia, como las malas intervenciones en los mercados de carne, leche o trigo fueron diseñadas y administradas desde otras áreas de gobierno.

Así mismo la mal recordada Resolución 125 no fue gestada en Agricultura, sino que fue el equipo de asesores económicos del entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quienes la pensaron y propusieron, consiguieron el aval del entonces ministro Martín Lousteau, y convencieron al Poder Ejecutivo. En Agricultura, supuestamente ámbito natural de trabajo de estas medidas, se tomó conocimiento recién el día de su anuncio.

El peronismo necesita recomponer su relación con el Campo, para ello se deben reconocer los errores cometidos, y valorizar los aciertos. Y quizás el sector deba perder cierta vergüenza que les produce reconocer que siempre les ha ido mejor con el peronismo que con otros gobiernos.

El resultado ya lo conocemos, generó un gran malestar en todo el sector y una innecesaria inestabilidad política luego del rechazo parlamentario. Aquellos que poco conocían el campo, sus necesidades e idiosincrasia hicieron equivocar a la Presidenta.

Allí comienzan una zaga de enfrentamientos que generaron heridas aun no cerradas. El peronismo necesita recomponer su relación con el Campo, para ello se deben reconocer los errores cometidos, y valorizar los aciertos. Y quizás el sector deba perder cierta vergüenza que les produce reconocer que siempre les ha ido mejor con el peronismo que con otros gobiernos.

Es así que nadie se acuerda que hace pocos años el campo argentino atravesó una de las peores sequías que tengamos recuerdo y fue el ministro de Economía del momento quién hizo todo lo que estaba a su alcance para acompañarlo y minimizar las perdidas en el marco de la emergencia.

El sector agropecuario en su conjunto vive momentos difíciles y había mucha expectativa sobre las posibles medidas que podían ser anunciadas por el gobierno en la Rural. Si bien la rebaja en las retenciones es una primera señal, poco cambia la falta de rentabilidad de algunos cultivos tradicionales como de la mayoría de las economías regionales.

El problema es otro y es que valor de la divisa no es competitivo para equilibrar las estructuras de costos del sector agropecuario.

La realidad actual se asimila al final de la convertibilidad, donde el sector perdía rentabilidad, desaparecían productores y se iniciaba la ola de endeudamiento más grande que recordemos del sector agropecuario. En aquel momento también algún sector de la dirigencia agropecuaria aplaudía al presidente Menem mientras muchos productores del interior profundo desaparecían día a día.

La ganadería ovina patagónica atraviesa serios problemas, los productores de fruta de pepita y carozo de los valles irrigados angustiados por los magros precios cobrados en la campaña, ni que hablar de los paperos y ajeros que en muchos casos ni siquiera cosecharon.

El costo de producir un cajón de limones en Tucumán es prácticamente el doble que hacerlo en Sudáfrica, por ejemplo. Y así podríamos seguir nombrando a la mayoría de las economías regionales que no tienen retenciones y su problema es de falta de rentabilidad y competitividad.

Roberto Domenech en su despedida como presidente de la industria avícola (Cepa) expresaba que este momento tiene mucho que ver con los noventa, y lo comparto. Y es así, la realidad actual se asimila al final de la convertibilidad, donde el sector perdía rentabilidad, desaparecían productores y se iniciaba la ola de endeudamiento más grande que recordemos del sector agropecuario. La situación eclosiona en la crisis del 2000 con casi el 30 % de los campos hipotecados.

Y que paradoja: en aquel momento también algún sector de la dirigencia agropecuaria aplaudía al presidente Menem mientras muchos productores del interior profundo desaparecían día a día.

El campo argentino por naturaleza tiene una impronta ganadera, y hoy los precios de la hacienda son muy aceptables; solo así se entiende el porqué de tanta paciencia y acompañamiento a la política económica actual.

También es cierto que quizás las heridas generadas por aquellos errores cometidos en el pasado aún no han cicatrizado lo suficiente, para dar plazos a nuevas alternativas. También es posible que preconceptos ideológicos no faciliten el dialogo.

Fue muy importante escuchar a Nicolás Pino pedir se ponga el ojo en el Senasa. Seguramente tenía información de la lamentable situación que vive el Servicio.

Si bien la motosierra no fue la tradicional, la pérdida del salario de los profesionales y trabajadores ha determinado que muchos agentes, entre ellos los mejores, hayan abandonado el organismo. Se suma a ello al desfinanciamiento permanente que paraliza las funciones mínimas de policía sanitaria; a modo de ejemplo, hoy el laboratorio central no posee los antígenos y otros insumos suficientes para poder garantizar las imp/expo de reproductores.

A ello debemos sumar la inestabilidad institucional del organismo, que luego de la puja política entre los Ministerios de Economía y Desregulación, y las poco felices intromisiones de la política sobre temas técnicos, terminan exponiendo al Servicio a denuncias, pedidos de informes y hasta la renuncia de sus autoridades.

El campo argentino por naturaleza tiene una impronta ganadera, y hoy los precios de la hacienda son muy aceptables; solo así se entiende el porqué de tanta paciencia y acompañamiento a la política económica actual

Es inentendible que se hayan prestado a firmar resoluciones de facilitación de importación de medicamentos veterinarios y agroinsumos sin los controles mínimos necesarios, con el riesgo sanitario que ello implica. Así mismo es llamativo el silencio de los sectores productivos, cámaras y bolsas, que bien saben del riesgo productivo, ambiental y hasta de mercados que supone incorporar al suelo productos sin la debida aprobación.

Las medidas tomadas con el INTA e INASE son otro disparate, pues amparados en la necesidad real de todo organismo de actualizarse y modernizarse, han puesto en riesgo su continuidad y capacidades operativas.

Creo es momento de sincerar cosas, de corregir errores, de que de una vez por todas la Argentina tenga Ley de Semillas que ayude a garantizar los necesarios avances tecnológicos, que quizás debamos discutir una ley de arrendamiento que proteja al agricultor, que el Senasa pase a modernizarse en una agencia de control de alimentos donde la sanidad animal y vegetal sean instrumentos de garantía de agregado de valor. Es central dejar de lado el clientelismo de la emergencia y pasar a un verdadero seguro agropecuario, donde el Estado con parte de la gran recaudación del mismo sector, aporte a la baja de su prima.

La cadena de ganados y carnes necesita un sinceramiento. Mas de 100 años hablando de informalidad y poco es lo que hemos avanzado. Si el pobre carnicero acorralado por la presión fiscal no desea su factura, imaginemos la creatividad de toda la cadena para sortear los controles. Necesitamos un estándar mínimo sanitario, y eliminar la competencia desleal que significan los dobles estándares sanitario, ambiental y laboral. Argentina puede ser número uno en producción y exportación de carnes, pero hace falta ese ordenamiento y reglas claras. Productores y genética hay de sobra.

Muchas veces la expresión Economías Regionales pareciera más un slogan que un reconocimiento real a las diferentes producciones del país. No es lo mismo producir en Patagonia, Cuyo, el Norte o la Mesopotamia. Cada región y cultivo necesita de determinadas políticas que apunten a producir más, mejor, y que sus productos lleguen a mercados locales e internacionales exigentes.

El sector agropecuario genera la mayoría de los escasos dólares que necesita el país, muchísimo empleo directo y sobre todo indirecto Es sinónimo de arraigo y ocupación territorial, es responsabilidad de todos abandonar nuestrad diferencias, encontrarnos desde las coincidencias para que el sector exprese todo su potencial.

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