LA INFLACIÓN BAJA POR ESCALERA Y EL CONSUMO POR ASCENSOR 

Incierto es peor que malo. La frase que repite un economista del sector financiero a sus alumnos caracteriza uno de los problemas que sufre la administración de Javier Mileilos noticias que espera el mercado no llegan, y las que hay, no traducen toda la certeza que demandan los inversores. Hoy parece que el problema no es el rumbo, sino la ansiedad por llegar a un determinado objetivo. El Gobierno ya atravesó esta sensación durante todos los meses en los que intentó aprobar la Ley Bases. Cuando lo consiguió, la siguiente pregunta apuntaba a los objetivos de reservas. Y la siguiente, al levantamiento del cepo. Así llegamos a este punto en el que la economía atraviesa un lento transcurrir. Hay superávit fiscal, pero no financiero. Hay mejoras en la actividad, pero parciales. Hay una desaceleración de la inflación, pero menor a la esperada. Si no fuera por la causa que puso al expresidente Alberto Fernández en el ojo de la tormenta, la volatilidad de las variables financieras sería tema de todos los días. Lo que remarcaron en sus últimas apariciones públicas tanto el Presidente como Luis Caputo, es que la velocidad a la que se ejecuta al programa no depende tanto de las medidas que pueda tomar el Ejecutivo como de las decisiones que tienen en sus manos los privados. Milei, una vez más, pide tener fe. Su blanco preferido: aquellos que no la ven.

Veamos las luces del semáforo:

Apareció el superávit fiscal de julio. Primario, pero no financiero. Será por eso que salió a última hora del viernes. No es un mal registro, y por eso se impone como noticia verde. En los primeros 7 meses del año, el sector público nacional (SPN) acumula un saldo positivo de aproximadamente 1,4% del PIB y un superávit financiero de casi 0,4% del PIB. El Palacio de Hacienda destacó, además, que es la primera vez en 5 años que se alcanza superávit primario en julio. El resultado de estos siete meses fue producto de una reducción del gasto de 31% anual en términos reales, con subsidios que retrocedieron 39% real.

Como señalamos en la introducción, la semana financiera y cambiaria no fue mala. Los dólares financieros se calmaron un poco por debajo de los $ 1300, lo que dejó una brecha estable en torno a 40%. El Banco Central sumó algo más de u$s 100 millones a las reservas y el ministro Luis Caputo aseguró que el pago del capital de los bonos en dólares de 2025 se hará con superávit, con lo cual no habría que preocuparse por la deuda hasta 2026.

El presidente Javier Milei, en su intervención ante el Council of America, remarcó que el Presupuesto que enviará al Congreso dentro de un mes, no contemplará la emisión de nueva deuda. Solo habrá rollover de los vencimientos, con lo cual espera mostrar una relación deuda/PBI decreciente. A los inversores les gustó esa definición, y por eso el riesgo país se comprimió un poco en la semana, terminando ayer en 1471 puntos.

El Gobierno insiste en remarcar que la economía ya tocó piso, y aunque en julio se vieron algunos rebotes, todavía son parciales. Hay un crecimiento en la demanda de bienes durables, como autos y motos, y también un aumento en la compra de materiales para la construcción.

La respuesta para este escenario está en la reaparición del crédito, que dejó atrás los niveles mínimos de 2023. Aunque el Banco Central fue criticado por reducir la tasa de referencia de 100% a 40% nominal anual, los beneficios de esa decisión ya están empezando a verse. El repunte comenzó en mayo, y en junio y julio hubo un crecimiento en términos reales de 13% y 18%, respectivamente.

No hace falta reiterar las advertencias sobre el ritmo de acumulación de reservas. Ni sobre la conveniencia o no de ajustar el tipo de cambio oficial para acelerar el ritmo de las exportaciones. El Gobierno conoce esos números y asume los riesgos de sostener la situación actual, en función de sus propias proyecciones. Calcula que el blanqueo ayudará a mejorar las reservas brutas (no las líquidas, ya serán fondos que quedarán depositados en los bancos hasta 2025). Asume que ingresarán más desembolsos de organismos multilaterales de los que deberá pagar. Estima que el ritmo de liquidación del agro no decaerá pese a la caída del precio de la soja (el dólar planchado puede estimular las ventas para aprovechar la tasa de interés). Y también plantea que a partir de septiembre puede haber un mayor ritmo de llegada de inversiones. Nada que se parezca a un boom, pero sí una primera ola de desembolsos menores destinados a capitalizar el efecto RIGI.

Un factor que revolverá la incertidumbre cambiaria seré el recálculo del superávit comercial de 2024, ajustado a la baja por el menor valor de la cosecha. La Bolsa de Comercio de Rosario sacaba punta ayer a los números en función del dramático cierre del viernes, a u$s 345 la tonelada de soja en Chicago. La proyección seguramente se dará a conocer en las próximas horas.

Hablando de RIGI, la rápida adhesión de varias provincias (Jujuy, Mendoza, Chubut y San Juan, más Salta y Catamarca en proceso) revela que nadie quiere perderse este tren. No todos los gobernadores pueden imitar a Axel Kicillof, que se confió en los parámetros estructurales y geográficos de su provincia como factor determinante para atraer un proyecto multimillonario como la planta de GNL que impulsa YPF junto a la malaya Petronas. La UIA, de todos modos, sigue con preocupación la reglamentación que se daría a conocer la semana entrante, porque teme que la industria no pueda capitalizar el beneficio. La norma obliga a contratar 20% de proveedores locales, pero los fabricantes plantean que la obra civil de una inversión podría absorber ese monto. Por eso reclaman que ese porcentaje sea asignado a la compra de equipos de fabricación nacional.

¿La inflación de julio es una luz amarilla? Podría serlo si hubiera mostrado un cambio más firme de tendencia, pero eso no sucedió. Es real que el Gobierno y varios consultores esperaban un número menor a 4%, la cifra que finalmente dio el Indec. Hasta este mes, el pronóstico de los privados iba por arriba y el dato oficial por abajo. En julio este fenómeno se invirtió.

Si preocupó algo más que la inflación núcleo (sin precios estacionales y sin regulados) diera 3,8%, casi el mismo nivel de los dos meses previos. El Gobierno se jacta de haber conseguido una recuperación del poder de compra de los salarios (en junio la variación fue de 6,2% contra un IPC de 4,6%). Y no habría que descartar que en algunos rubros haya reacomodamientos de precios, más allá de los ajustes que mostraron los rubros ligados a las vacaciones de invierno (recreación y cultura, con 5,7%, y restaurantes y hoteles, con 6,5%). Lo que queda a la vista es que la inercia ya no alcanza para conseguir un descenso al ritmo que venía mostrando en los meses previos.

La consultora Scentia tiene como principales clientes a las cadenas de retail y a las grandes empresas que nutren las góndolas de los supermercados. Su información está extraída directamente de las operaciones cotidianas que hace el sector. Por eso sus números no son aproximaciones, como los de CAME o la propia Cámara de Comercio. Tienen una representatividad mayor porque su alcance es nacional. Y preocupó que los datos de julio no reflejaran un recorte en la caída, como sucede en otros indicadores de actividad, sino una profundización.

Todos los rubros muestran números rojos, pero algunos todavía tienen caídas de dos dígitos. La más golpeada es la industria de las bebidas, tanto alcohólicas como aguas, jugos y gaseosas. Retrocesos anuales superiores a 20% reflejan que el poder adquisitivo de los compradores sigue enfocado en los consumos básicos. Por eso alimentos es el sector que muestra menos descenso, en torno a 9%.

Una realidad que también expone este indicador es que cuando se abren los números entre el AMBA y el interior, el desplome en las provincias es mucho más intenso. Bebidas caen por arriba de 30%, Higiene y cosmética, 25%; limpieza de ropa y hogar, 23%. La brecha revela que la recuperación salarial es mayor en las zonas urbanas, donde el trabajo formal privado es mayoritario, que en el interior, donde pesa el recorte de transferencias y el abrupto fin de la obra pública financiada por el Estado nacional.

En agosto, la AFIP ya comenzó a distribuir lo recaudado por impuesto a las Ganancias luego de la reforma sancionada en el paquete fiscal. Habrá que evaluar si el efecto se siente de alguna manera en la actividad provincial, porque de otra manera será poco probable que los números de la economía tranquilicen al Gobierno y a los inversores. Milei y Caputo dependen de ese vilipendiado flujo de pesos más de lo que imaginan.

El Cronista

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