QUÉ PUEDE PASAR CON EL CONSUMO

A la salida de la pandemia, con una fuerte necesidad de “volver a salir”, el consumo creció fuerte. Sin embargo, la escalada inflacionaria puso freno a la “ola de la alegría”. 

Película de largo plazo

Por Sofía Ruano (*)

El consumo masivo en Argentina viene en una racha que pareciera ser compleja de analizar. Un 2022 con cierre en alza a pesar de un último trimestre a la baja. Un arranque del año con caídas, pero un marzo con un repunte inesperado, y un abril que vuelve a cerrar a la baja. Intentar predecir o al menos aproximar el futuro del consumo pareciera ser una tarea imposible, con resultados tan oscilantes. Pero antes de desesperar en las fluctuaciones cortoplacistas tan propias de la geografía que nos toca, vale la pena mirar la película de más largo plazo.

Hagamos un repaso por el derrotero del consumo argentino en los últimos años. Después de una caída sostenida desde el 2016, el consumo masivo llegaba, al cierre de 2021, a su punto más bajo en la última década, registrando un volumen 12 por ciento inferior al de 2011. Sin embargo, en julio de 2021 había comenzado una racha positiva de 14 meses consecutivos de consumo en alza, que se extendería hasta septiembre de 2022, el primer mes en que registró una caída, según datos de Scentia. Y aunque con algunos picos aislados, el consumo masivo no logra recuperarse desde aquel septiembre. ¿Qué pasa con el consumo desde mediados del año pasado? ¿Por qué la tendencia oscilante? Y sobre todo, ¿qué podemos esperar de los tiempos que vienen?

A la salida de la pandemia (mediados de 2021), con una fuerte necesidad de “volver a salir”, el boom del consumo comenzó a notarse, no sólo en Argentina, sino en el mundo. Bares y restaurantes llenos, récords en cifras turísticas. Consumidores en una búsqueda por volver a conectar con el disfrute después de mucho tiempo expuestos a un encierro colectivo. Sin embargo, y aunque en Argentina la inflación ya se haya vuelto parte del paisaje, la escalada mensual a un promedio inflacionario en torno a los 7 puntos mensuales hacia mediados del 2022, puso fin a la “ola de la alegría” post pandemia, y obligó a los hogares argentinos a volver a una dinámica de fuerte ajuste del gasto. El nuevo piso de inflación se sintió mucho en el bolsillo, y fue retrayendo el consumo hasta llevarlo a una caída acumulada en lo que va del año de 0,5 por ciento en volumen, con un pico muy fuerte de crecimiento en el mes de marzo, que sostiene una caída que, de otra forma, hubiese sido de aproximadamente el doble. ¿Por qué el pico de marzo? Según Scentia, estuvo explicado casi 100 por ciento por los incrementos en las ventas de bebidas por la ola de calor que azotó al país a la salida del verano.

Más allá del repunte de marzo, y de algún otro pico que pueda suceder eventualmente, es necesario pensar en el consumo de una forma más estructural. Pensarlo en períodos más prolongados que el resultado aislado de un mes en particular. Tener una mirada más integral, puede acercarnos a aproximar un panorama más claro sobre el futuro potencial.

¿Adónde deberíamos estar poniendo el ojo si queremos pensar en un panorama del consumo hacia el cierre de 2023? En tres ejes: En el ingreso de los hogares, en la capacidad de endeudamiento y en el ahorro.

Si miramos el último informe de Indec sobre la evolución de los salarios, veremos un incremento interanual del 102,4 por ciento en promedio, versus una inflación de 104,3 por ciento interanual (datos de marzo 2023). Sin embargo, ese 102,4 por ciento alberga, al mismo tiempo, un incremento para el sector privado registrado de 104 por ciento, 111,8 por ciento para el sector público y tan sólo 81,2 por ciento para el privado no registrado. Si sumamos las jubilaciones y pensiones, registraban hacia el cierre del primer trimestre una caída en torno al 12 por ciento respecto de inflación. Si ésta es la foto para el mes en el que se otorgan la mayoría de los incrementos salariales, y con una inflación en abril que cerró casi en 9 puntos, la proyección para los salarios y jubilaciones no pareciera ser muy positiva en lo que resta del 2023.

La capacidad de endeudamiento es otro de los puntos a mirar hacia adelante, porque incrementan la capacidad total de gasto de un hogar. Hace dos semanas, el ministro de economía Sergio Massa, anunció incrementos en los límites de las tarjetas de crédito para compras en cuotas y al contado. Aunque esta medida podría generar algunos meses de “primavera de consumo”, hay que considerar que los incrementos anunciados, en el orden del 30 por ciento, volverán a quedar empatados en 3 meses, si se sostiene el nivel inflacionario anunciado en abril.

Y, por último, si ponemos el ojo en el ahorro, veremos una propensión marginal al consumo (es decir, cuántos pesos se gastan de cada 100 pesos que ingresan al hogar), que desde fines de 2021 no logra bajar del 80 por ciento, y se posiciona hoy en torno al 95 por ciento, según datos de la consultora Ecolatina. De cada 100 pesos que entran a un hogar argentino, hoy 95 se destinan al gasto. Hacia principios de 2018, por ejemplo, este porcentaje era más cercano al 70 por ciento, es decir que se ahorraba, en promedio, un 30 por ciento del ingreso.

Con incrementos salariales y jubilaciones atrasadas para la mayoría de los sectores, una capacidad de endeudamiento que se amplía algo tarde, un ahorro inexistente, y una inflación en alza, es realmente poco lo que podemos esperar del consumo para el cierre de 2023. Es muy posible que los incrementos en los límites de las tarjetas puedan revertir la situación por unos meses, pero es fundamental mirar la película completa para poder estimar las proyecciones de cara al cierre de 2023.

(*) Ingeniera especializada en Consumo Masivo.

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Lo que viene

Por Federico Zirulnik (**)

Si bien el consumo privado ha sido el principal motor que impulsó el crecimiento durante 2022, lo cierto es que hacia finales de año esta dinámica comenzó a desacelerarse. De hecho, de acuerdo al Indec, en el IV trimestre de 2022 el consumo privado medido en términos desestacionalizados cayó 1,5 por ciento. En 2023, donde las perspectivas de crecimiento no lucen muy alentadoras a causa de, entre otras cuestiones, las consecuencias de la sequía y el menor gasto público impulsado por el acuerdo con el FMI, la dinámica del consumo privado no parece ser la excepción.

En términos macroeconómicos, es posible hacer la distinción entre lo que se conoce como consumo inducido –dependiente de la evolución ingreso, en donde factores como el nivel de empleo, salarios, jubilaciones y demás prestaciones sociales son determinantes–, y consumo autónomo –que no depende de los ingresos corrientes y si, por ejemplo, del crédito–. Si asumimos que durante 2023 no hay motivos para pensar que la proporción de consumo autónomo vaya a alterarse –de hecho, dadas las altas tasas de interés actuales, más bien podríamos esperar lo contrario–, nos queda por analizar lo que esperamos que ocurra con la parte inducida del consumo. Veamos.

Dados los altos niveles de inflación, la dinámica de los salarios viene siendo cada vez más heterogénea. Dependiendo la rama de actividad que se analice, o incluso el momento del año en que se lo haga, podemos encontrar sectores que consiguen paritarias por encima de la inflación, y otros que se encuentran sustancialmente por debajo de la evolución de los precios. No obstante, con una inflación interanual que supera los tres dígitos los más probable es que, en términos agregados, los salarios vuelvan a perder contra la inflación durante este año. De nuevo de acuerdo a Indec, a marzo de 2023 el nivel general de salarios –que incluye tanto a trabajadores registrados como no registrados– se encontraba 0,9 por ciento por debajo del mismo mes del año anterior en términos reales; mientras que, según la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), la caída del salario real en términos interanuales fue de 3,1 por ciento en el mismo período.

Por el lado de las jubilaciones y las prestaciones sociales, la situación es similar. De acuerdo a la Ley de Movilidad, tanto las jubilaciones y pensiones como la Asignación Universal por Hijo aumentaron un 17 por ciento durante el primer trimestre del año, lo que implicó quedar casi 5 puntos por debajo de la inflación de marzo, y una perdida en términos reales de casi 14 por ciento a abril 2023 respecto al mismo mes del año previo. Si bien para las jubilaciones mínimas se otorgó un bono que lograba empatar la evolución de los precios, lo cierto es que se dejó afuera tanto al resto de las jubilaciones y pensiones como al universo de asignaciones universales y familiares; por lo que es de esperar que el agregado sea menor. Por su parte, el Salario Mínimo Vital y Móvil, referencia para muchos programas como el Potenciar Trabajo, a abril de 2023 muestra una pérdida real interanual de 1,2 por ciento.

Finalmente, el otro elemento que podría impulsar el consumo inducido es el nivel de empleo. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el nivel de actividad cayó en el último trimestre de 2022, que tuvo un desempeño discreto durante el primer trimestre de 2023 y que se espera una mayor desaceleración durante lo que queda del año, es difícil pensar un crecimiento del empleo lo suficientemente elevado como para compensar la caída de los ingresos.

En resumen, en un escenario donde se espera que las exportaciones disminuyan en aproximadamente 20 mil millones de dólares producto de la sequía, donde el gasto público muestra a abril de 2023 una caída interanual en términos reales de más de 10 por ciento, y donde el PBI en el mejor de los casos terminará el año con un crecimiento nulo, por las razones explicadas el consumo difícilmente sea la excepción.

(**) Economista del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO)

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