UN ESTUDIO DE LA UBA COMPRUEBA QUE RESPIRAR EL AIRE DEL CENTRO PORTEÑO AFECTA A LOS PULMONES, EL CEREBRO Y EL CORAZÓN

Investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica realizaron la primera investigación sobre contaminación del aire en CABA. Alertan por las partículas en suspensión y sostienen que si bien no se llega a los niveles de San Pablo o Distrito Federal «tampoco hay niveles seguros de material particulado».

Investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA encararon la primera investigación sobre contaminación ambiental en la Ciudad de Buenos Aires, y los resultados confirmaron algo que muchos sospechaban: respirar el aire del centro porteño afecta a órganos vitales del cuerpo.

El equipo instaló dispositivos en el edificio donde funciona UBA XXI (en la calle Uriburu, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear), los cuales toman el aire de la calle y lo dirigen a cámaras de exposición para su posterior análisis. 

«El principal hallazgo de la investigación indica que inhalar el aire urbano de la Ciudad de Buenos Aires produce efectos nocivos en distintos órganos, no solo en los pulmones, sino también en el corazón y el cerebro«, indicaron desde la UBA.

Los aparatos domésticos de combustión, los vehículos de motor, las instalaciones industriales y los incendios forestales son fuentes habituales de contaminación de aire. «Los contaminantes más preocupantes para la salud pública son las partículas en suspensión, el monóxido de carbono, el ozono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre«, indicaron. Y acotaron que la contaminación del aire exterior y de interiores provoca enfermedades respiratorias y de otros tipos y es una de las principales causas de morbimortalidad.

“El principal componente de este aire que afecta la salud es lo que se denomina material particulado, que son unas muy pequeñas partículas que se encuentran en suspensión y que son producto de la combustión de los combustibles fósiles, principalmente del parque automotor”, aclara el docente Pablo Evelson, decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.

Y agrega: “Lo que se observa en los casos analizados es, primeramente, que hay un efecto en los pulmones, porque son los primeros órganos que los reciben. Pero allí se genera una respuesta fisiopatológica que repercute en otros órganos”.

Desde la UBA explicaron la clave de la diseminación de diferentes afecciones a otros órganos: “Cuando estas partículas se instalan en el pulmón se da una respuesta inflamatoria y un fenómeno que tiene que ver con la producción de especies oxidantes, lo cual se denomina estrés oxidativo, que se da cuando estas especies oxidantes se producen por encima de los niveles normales y dañan distintos componentes subcelulares y celulares. Al verse alteradas estas dos variables generales la mitocondria, que es la encargada de producir energía en las células, comienza a funcionar en forma deficiente”. 

De esta manera se produce un efecto cascada según el cual las células producen energía de forma deficiente: “A partir de este proceso, comienzan a liberarse sustancias que generan respuestas en órganos a distancia. Porque, en general, es muy poco probable que las partículas que uno respira lleguen directamente a otros órganos y produzcan efectos directos sin haber pasado previamente por los pulmones”, acota.

Los datos de la OMS muestran que casi toda la población mundial (el 99%) respira un aire que supera los límites recomendados por la Organización y contiene altos niveles de contaminantes. La exposición es más elevada en los países de ingresos medianos y bajos.

En la Ciudad de Buenos Aires se suma el efecto de la Isla de Calor: el tránsito constante, la contaminación sonora y ambiental, el cemento y las grandes torres, generan un combo perfecto para un aumento de la temperatura promedio (en CABA es de más de un grado en las últimas décadas), que en el microcentro se potencia. La falta de árboles y espacios verdes (o la cementización de ellos) suma un cóctel más. Con el Cambio Climático ya se comprobó la tendencia de los últimos años: eventos extremos con mayor frecuencia, récord de temperaturas y sequías recurrentes.

Asfixiante

Según uno de los últimos estudios de la Organización Mundial de la Salud, cada año hay 7 millones de muertes prematuras debido a la respiración de aire contaminado. Principalmente, se deben a problemas pulmonares. Le siguen las afecciones cardiovasculares. Son complicaciones que pueden ir, por ejemplo, desde un EPOC hasta un infarto. La American Heart Association de los Estados Unidos incorporó a la contaminación ambiental como uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. 

Evelson amplía que en cuanto a las consecuencias en el cerebro pudieron observar alteraciones a nivel de la corteza cerebral en algunos ratones expuestos a respirar el aire que obtienen las tomas, «porque lo que se supone el hecho de que respirar aire contaminado produce patologías que son similares a las que pueden observarse en las enfermedades neurodegenerativas”, tales como el Alzheimer

La contaminación ambiental es un factor de riesgo a considerar, en mayor medida, cuando se analizan poblaciones en riesgo. “Los adultos mayores, los que tienen alguna enfermedad respiratoria o coronaria previa, están más en riesgo que una población adulta sana”, comenta Pablo Evelson.

Las nuevas investigaciones acerca del tema, van en ese sentido: “Ahora estamos analizando qué sucede cuando estas partículas ingresan al organismo de animales con obesidad y ver si esto les afecta, cómo y en qué medida. También estamos analizando qué sucede a nivel del sistema nervioso central”. 

A partir de los resultados obtenidos, la idea de la Facultad es aportar los conocimientos para acciones paliativas. La entidad tiene un convenio firmado con la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires para poder hacer un estudio sistemático de la toxicidad de las partículas, «pero a veces es muy difícil combinar los esfuerzos –resalta–. Porque lo que primero necesitamos es un diagnóstico claro para saber en qué lugar estamos. Buenos Aires no es una ciudad extremadamente contaminada, no tenemos los niveles de contaminación de Santiago de Chile ni del Distrito Federal de México, donde son problemas muy serios. Pero tampoco hay niveles seguros de material particulado”. 

Alerta que se debe prestar atención al nivel de las partículas, sobre todo a las que ya tienen un tamaño de 2,5 micrones, «porque mientras más pequeñas son, también son más dañinas porque tienen mayor capacidad de penetrar en el árbol respiratorio, en cambio, las partículas más grandes quedan en la nariz y son expulsadas”. 

Y concluye: “No tenemos una legislación que regule los niveles de material particulado en el aire. Lo que tenemos data de la década del 70 y no hay una política de salud para poner este tema en la mira. La Ciudad de Buenos Aires tiene cuatro estaciones en toda la ciudad que miden los niveles de contaminación de material particulado en el aire, lo cual no es suficiente”. 

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