Acaba de terminar, para el gobierno y el sector privado, una de las semanas más difíciles y complejas del período pospandemia. El virus que alteró la vida del planeta durante casi dos años dejó de ser una amenaza letal, pero como si la invasión a Ucrania no hubiera sido suficiente para trastocar al mundo, el demencial ataque terrorista de Hamas sobre Israel instaló un nuevo conflicto bélico en el horizonte. Y los pocos días que restan para dar paso a la elección presidencial, vienen acompañados de una cuota de incertidumbre que no hace más que crecer a la par del dólar. Si algo le faltaba al contexto, era la actitud poco responsable de uno de los candidatos, que alentó el retiro de depósitos de los bancos y advirtió que viene una hiperinflación. Lo dijo suelto de cuerpo, como si aspirara a gobernar Uruguay, y no la Argentina. El semáforo quedó clavado en el rojo. Veamos si queda algo de oxígeno para atravesar la última semana antes de que las urnas revelen si alguien está en condiciones de tomar el timón o habrá que esperar un mes más.
Todavía retumbaban los ecos del Coloquio de IDEA cuando la organización terrorista palestina Hamas tomó por asalto ciudades y pueblos de Israel, en lo que fue el ataque más mortífero de las últimas décadas desplegado sobre su territorio. No fue casual que ocurriera al cumplirse 50 años de la guerra de Yom Kippur, ni tampoco lo es el hecho de que Estados Unidos decidiera respaldar las acciones de su principal socio en Medio Oriente con un veloz despliegue de fuerzas militares.
La crónica periodística reveló, en los días subsiguientes, las atrocidades cometidas por los atacantes, que dejaron como saldo centenares de víctimas, particularmente civiles de todas las edades. Después de lanzar misiles y bombardeos como parte de su contraofensiva, el ejército israelí se prepara para ejecutar una acción decisiva: la recuperación de por lo menos 130 rehenes.
Un veterano diplomático argentino, con años de tarea en Washington, me describió el escenario de esta forma: «En la Franja de Gaza viven 2 millones de palestinos; entre ellos hay 15.000 miembros de Hamas, que tienen en su poder a los 130 rehenes. Israel está obligado a tratar de recuperar con vida a la mayor parte de ellos, con la menor cantidad de bajas posible entre la población local. Pero la única forma de acceder es a través de túneles que el ejército israelí mismo se ocupó de bloquear».
Hay una fuerza de 300.000 efectivos completando los aprestos para avanzar sobre Gaza. Las hostilidades continuarán, pero el destino del conflicto a mediano plazo depende de cómo salga esta operación. Más allá de declaraciones previsibles, la ONU no intervendrá hasta que la situación de los rehenes se resuelva. En el medio, el mundo seguirá atento, con subas del oro y el petróleo, un flujo de capitales más conservador y una presión previsible sobre la Fed para que no haya nuevos contagios en la inflación global.
El debate presidencial del domingo no ayudó a esclarecer demasiado el panorama. A diferencia de la semana anterior, Patricia Bullrich mostró intervenciones más firmes y una actitud más agresiva con Sergio Massa y Javier Milei. Sin embargo, a sus argumentaciones les faltó sintonía fina, con lo cual su efecto final sobre los votantes (imprescindible para recuperar puntos) quedó en duda. El ministro de Economía trató de mantener una línea en todas sus participaciones, pivoteando entre las propuestas de cada tema tratado y aplicando réplicas bien ensayadas para las críticas previsibles que sus rivales le soltaron sobre la economía. El libertario, en tanto, respondió de manera contenida, pero sus intervenciones dejaron varios flancos abiertos. Una vez más, subestimó los riesgos del cambio climático y patinó al plantear que el faltante de órganos para trasplantes podía ser resuelto con mecanismos de mercado, mostrando un desconocimiento sobre las normas legales y sanitarias que se aplican para esa situación.
La suma de todas las exposiciones no sirvió para traer certezas, sino todo lo contrario. La semana comenzó con una disparada de todas las cotizaciones del dólar y con la búsqueda de más cobertura de parte de los ahorristas. Pero una gota desbordó por completo el vaso: Milei, en una entrevista radial, aconsejó no tener nunca los ahorros en pesos, porque consideró que era la moneda de los políticos y por lo tanto no valía «ni excremento». La irracionalidad alcanzó para que las brechas se dispararan aún más y el blue cruzara la barrera psicológica de los $ 1000. En paralelo, no hubo economista, inversor o empresario que se preguntara seriamente si Milei era consciente del alcance de sus palabras, y en consecuencia, si estaba preparado para estar al frente de la Casa Rosada. La mayoría se respondió que no.
Para coronar la semana, el IPC de septiembre terminó en 12,7% y el Banco Central subió la tasa de interés 15 puntos, a 133% anual (algo por debajo de la variación de los precios, que acumula 138%). Sergio Massa, dispuesto a hacer lo necesario con tal de que inflación y dólar se no se conviertan en la guillotina de su postulación, lanzó una caza de brujas en la City, que fue efectiva al conseguir paralizar la actividad de uno de los principales operadores del mercado marginal. Los cambistas prefirieron no arriesgar y se autoimpusieron un feriado, que probablemente se extienda a los cuatro días que restan de la semana que viene (el lunes ya está en la lista, gracias al calendario armado por el Ejecutivo).
No hay mucho por explicitar frente a este contexto, porque las palabras no están logrando conducir las reacciones de la sociedad. No hay dudas racionales sobre la mesa, sino afirmaciones dogmáticas que hasta ahora no han podido ser contrastadas entre sí. Con excepción del bloque dedicado a la economía durante el primer debate presidencial, no hubo posibilidad de confrontar planes. Ni Milei ni Massa presentaron a un potencial «ministro», con lo cual solo hay consignas que defienden la dolarización y el ajuste motosierra, por un lado, y planteos que los consideran inviables por el otro. En el medio, ni los ahorristas ni las empresas saben a qué atenerse.
Solo queda claro que habrá que poner en marcha un plan de estabilización que achique gastos y reduzca el financiamiento del Banco Central. La unificación cambiaria también es número puesto, aunque con valores disímiles, desde ya. Los libertarios apuestan a un número cercano a los dólares financieros y JxC mira más un promedio entre oficial y paralelos.
En el medio no hay mucho más. Solo queda ajustar un poco más los cinturones para atravesar la semana de los cierres de campaña, y esperar que las urnas echen luz sobre el corto plazo. Queda una semana aún para reflexionar.
El Cronista