PATAS DE CERDO, SOJA TEXTURIZADA Y MENUDOS DE POLLO: ESTUDIARON CÓMO CAMBIÓ EL CONSUMO DE ALIMENTOS EN LOS BARRIOS DEL PAÍS

Estudiaron 5.357 hogares de 19 provincias y CABA; qué dice sobre la ingesta de carne, huevos, lácteos, frutas y verduras en las villas y asentamientos

En la casa de Inés Ortiz, las ensaladas son de arroz y arvejas. Las verduras de hoja verde fueron reemplazadas por alimentos más baratos, que llenen y que estén al alcance de sus ingresos como empleada doméstica. “En casa, somos cuatro bocas para alimentar”, dice casi como justificándose.

Inés tiene tres hijos, de 10, 13 y 16 años y es la que mantiene los gastos de toda la familia. Cuenta que en los últimos meses y por el aumento de algunos alimentos, fue necesario mucho ingenio y creatividad para servir los platos que preparó para la mesa familiar. Las frutas aparecieron de manera esporádica, casi no cocinó nada con huevo y lo único que pudo sostener de los lácteos fue la cucharadita de leche en polvo que le pone al té o al mate cocido.

Como parte de los nuevos hábitos, las patitas de cerdo reemplazaron a la carne vacuna en los guisos y sus pucheros perdieron color: son de pollo, papa, zapallo y, cuando se puede, zanahoria, una hortaliza que compra siempre por unidad. Los estofados con carne desaparecieron: prepara salsas, que en el mejor de los casos saboriza con menudos, carcasas o alitas de pollo.

“Cada vez que encuentro una oferta de milanesas de pollo, compro un kilo y me propongo que alcance para dos comidas. Así que cada uno come media milanesa o una si es muy chica, acompañada con polenta o fideos”, explica esta mujer de 46 años, jefa de hogar y vecina del barrio popular Luchetti, en Pilar..

Advertencias de la UCA, Cáritas y Barrios de Pie

Su caso está lejos de ser la excepción. Según un estudio de la Universidad Popular de Barrios de Pie, el 89% de las familias que viven en los barrios populares del país padecieron inseguridad alimentaria entre marzo y abril de este año. Eso quiere que pasaron hambre, tuvieron que saltearse una comida, no lograron alimentarse adecuadamente o alguna de las personas del grupo familias no comió nada en todo el día.

El estudio también reveló que al comparar ese bimestre con el del año pasado, el 81% de los hogares redujo el consumo de carnes y huevo. Por otro lado, expone que más del 80% no consume diariamente lácteos, huevos, frutas, verduras y carnes. Y en el 40% de los hogares, no se consumen frutas no siquiera una vez a la semana. Y aporta otro dato alarmante, los porcentajes de inseguridad alimentaria y menor consumo de carnes se elevan cuantos más niños hay en el hogar.

Según este informe, la carne fue reemplazada mayoritariamente por hidratos de carbono. Poro otra parte, quienes todavía la consumen, en un 75% de los casos compran cortes con alto contenido graso: carne picada, osobuco, falda y espinazo.

“Seis de cada diez pibes en nuestros barrios resigna una o más comidas al día porque la situación económica es imposible. La inseguridad alimentaria es una problemática criminal y muy urgente, no podemos tolerar el hambre en un país productor de alimentos”, reflexiona Norma Morales, referente nacional de Barrios de Pie.

La investigación fue realizada entre marzo y abril en 20 jurisdicciones del país (19 provincias y la Ciudad de Buenos Aires). Allí se encuestaron a representantes de 5.357 hogares de barrios populares, en donde viven 21.266 personas, de las cuales el 37% son niños, niñas y adolescentes.

“Estos resultados se dan sobre un piso previo de inseguridad alimentaria alto, que en 2023 varía entre 20% y 37% a nivel nacional, según la fuente consultada (en referencia a relevamientos de la UCA y Unicef). La sostenibilidad en el tiempo de esta situación se asocia con déficits irreversibles en el desarrollo de los niños que viven en estos contextos, a la vez que genera un acostumbramiento a dietas no saludables, que comienzan a incorporarse como parte de la cultura alimentaria de los sectores populares”, puede leerse en el estudio.

En sintonía con estos datos, hace pocos días el Observatorio de la Deuda Social de la UCA junto con Cáritas presentaron un informe que señala que el índice de pobreza pobreza saltó de 44,7% en septiembre último a 55,5% al cierre del primer trimestre del año. Asimismo, la indigencia pasó del 9,6% al17,5%. Esto significa que, entre enero y marzo, 24,9 millones de personas residentes en áreas urbanas del país no habrían alcanzado la Canasta Básica Total. Entre ellas, casi 8 millones de personas estuvieron en estado de pobreza extrema o indigencia, es decir, con ingresos por debajo de la Canasta Básica Alimentaria.

Patitas de cerdo para casi todo

Desde que se separó y más allá de su trabajo como empleada doméstica, Inés compensa la falta de asistencia del padre de sus hijos con el trabajo en la cocina de la sede que Manos en Acción tiene en el barrio Luchetti, en Manzanares, Pilar. Es un espacio comunitario que brinda asistencia alimentaria y apoyo escolar. Por esa tarea, recibe un bolsón de alimentos. Sus hijos, además, asisten al comedor por la tarde y reciben la cena. “Sin esa ayuda, no tendríamos para comer todos los días”, reconoce con gesto resignado.

Hoy es uno de esos días en el que a Inés le toca trabajar en la cocina de Manos en Acción. Supervisadas por Nancy Roldán, un grupo de mujeres almuerza guiso de tallarines con zapallo y menudos de pollo. Tienen a medio preparar el relleno para el pastel de papas de la noche en una olla enorme en el que la cantidad de soja texturizada supera la de carne picada.

“El suplemento de soja es uno de los recursos de los barrios para hacer empanadas de carne o pastel de papas: le ponés un puñadito de carne y el resto es soja”, explica Nancy mientras el grupo asiente. Entonces cada una de las mujeres cuenta sus propias estrategias para exprimir sus ingresos: el hígado reemplaza otros cortes de carne y las patitas de cerdo, que se consiguen a tres kilos por 3000 pesos, se usan para saborizar casi todo.

“Antes, reemplazábamos el pan por torrejas de harina, agua y sal. Pero el harina está cada vez más caro y la grasa también, cosas que antes que conseguían siempre”, reconoce Inés, quien hace un alto en el trabajo para ir a controlar a su hija, que amaneció con fiebre. De camino, pasa por el mercado de Sergio y Juan para comprar azúcar.

En el comercio, la heladera que, hasta diciembre, exhibía cortes de carne vacuna, ahora conserva frutas y verduras. “Dejamos de vender carne porque la gente no la podía comprar”, reconoce Sergio, mientras muestra todos los productos frescos al borde del vencimiento que tampoco puede vender. “La leche en sachet es incomprable para una familia numerosa. Ni hablar los yogures o los postrecitos. Si tenés varios hijos, ¿cómo hacés?”, agrega.

Ya en su casa, Inés aprovecha para poner madera en la salamandra y avanzar con el preparado de bocaditos de merluza, para aprovechar unas latas de pescado que recibió en el bolsón de alimentos. “Hace un tiempo recibimos champignones y los aproveché en una salsa. Al principio, los chicos los dejaban al costado, pero ya se acostumbraron al sabor y la textura”, explica.

El estudio de Barrios de Pie también revela que el 76% de las familias que viven en barrios populares tuvo que pedir dinero prestado o endeudarse para llegar a fin de mes en el mes previo a la encuesta. En esos hogares, los endeudados, el porcentaje de inseguridad alimentaria ascendió a 97%, el de inseguridad alimentaria severa a 74%, y la reducción en el consumo de carnes a 84%.

En el barrio Luchetti, en Manzanares, el espacio comunitario es clave para que en muchos hogares no falte la comida. “Como cocinera también aprendo a aprovechar todo lo que recibo, a darle nuevos usos. Aprendí a hacer hamburguesas de legumbres, que son riquísimas -concluye Inés-. Lástima que, ahora, cada vez es más difícil comprarlas”.

La Nación

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